Metapán campeón. Otra vez. Una frase que ya se está haciendo costumbre en los últimos años. Ya son ocho coronas… Y una vez más, tras la victoria 1-0 sobre FAS, se reabrirá el debate: ¿Debemos considerar a Metapán como un grande del fútbol salvadoreño? La respuesta, que quede claro, no es fácil.
Hay, básicamente, dos factores que determinan la grandeza de una institución. 1) la afición; 2) los títulos. Metapán tiene mucho más de lo segundo que de lo primero. Un club puede ser grande aún sin ganar muchos títulos: Racing (Argentina) estuvo 35 años sin ganar absolutamente nada y jamás perdió esa condición de “grande”, porque su hinchada siempre llenó los estadios, aún en las malas y en las peores. El Liverpool, por ejemplo, tiene un arraigo popular enorme, pero la última vez que ganó la liga local, hace 24 años, ni siquiera había nacido la Premier League.
Está claro que un club puede ser grande sin ganar títulos, ¿pero a la inversa es igual? ¿Puede ser considerado grande un equipo con poca afición? Ese es el caso de Metapán. Aquí nadie discute los méritos futbolísticos de Metapán, que los tiene de sobra. Nadie gana 8 títulos de casualidad. Nadie sale campeón el mismo día en Reservas y Primera por el azar. Algo bien deben estar haciendo… ¿Pero eso lo convierte en grande?
Mi sensación es que Metapán seguirá ganando títulos en los próximos años y hasta probablemente termine superando el número de Firpo y Alianza, pero difícilmente su afición se multiplique como los panes a pesar del éxito. Hay dos condicionantes muy grandes. El primero es su forma de juego ?quizás acentuada con la llegada del Zarco Rodríguez-: no despliega un fútbol bonito, de ese que enamora o que lleva gente a los estadios. Eso sí, es muy efectivo. El segundo aspecto tiene que ver con lo demográfico: Metapán es una ciudad pequeña, por lo tanto limitada para conseguir nuevos aficionados. Hubo partidos en este torneo donde llevó apenas 415 personas, como contra UES en el Calero Suárez.
La cantidad de aficionados ?mucho más que los títulos- generalmente hace que un equipo sea o no poderoso económicamente. Sin hinchas, todo proyecto es más difícil de sostenerse. Sin embargo, Metapán en ese sentido maneja presupuestos muy parecidos a los cuatro equipos grandes y es difícil que se deje quitar una figura por otro club salvadoreño por cuestión dinero. Ahí la clave está en la directiva.
En mi opinión, lo que marca que Metapán aún no es grande es cómo lo perciben el resto de las aficiones. Aún no lo odian lo suficiente para considerarlo grande. Digamos que va en buen camino, y ya no es aquel equipo simpático del “casi casi” del que todo el mundo se compadecía. Ganar mucho ?y Metapán ganó mucho en muy poco tiempo- genera rechazo y cierta antipatía. La gente es cruel, se apiada cuando pierdes, se alegra cuando empiezas a ganar, pero no soporta cuando no paras de ganar.
Sin embargo, el “odio” hacia Metapán aún no alcanza para hacerlo grande. Es fácil de comprobar. Ayer, en la final FAS-Metapán, todos los que no eran fasistas preferían ver a Metapán campeón. Lo mismo en el desempate por el cuarto puesto, cuando Metapán y Alianza se jugaban un lugar en las semifinales. La satisfacción de todos ?menos los albos, claro- era ver eliminado al Alianza, no a Metapán. Y lo mismo ocurrió en las finales Metapán-Águila y Metapán-Firpo. En todo caso, siempre es el mal menor… De hecho, la autodenominación de “matagigantes” es más que explícita, se están autoexcluyendo.
Algo es seguro. Este Metapán ha marcado una época en el fútbol salvadoreño. Resta saber si esos ocho títulos y el efecto contagio que eso genera pueden hacer crecer el número de aficionados. Salvando las distancias, dos de los clubes top del fútbol mundial, Bayern Munich y Liverpool, no eran casi nada hace 50 o 60 años, pero a base de títulos se convirtieron en gigantes, primero de su ciudad y luego de Europa. Claro, el potencial era diferente.
En síntesis. Metapán juega como equipo chico, paga como los grandes, gana más títulos que los grandes y su poder de convocatoria, aun en los mejores momentos, es escaso. Pero más allá de esos calificativos, hay algo muy concreto: sabe jugar las finales. Podrán decir que se aprovecha de las dimensiones reducidas de su cancha y todo lo que quieran, pero las ocho finales las ganó en el Cuscatlán. Y mientras seguimos debatiendo si es grande o no, lo que no cabe duda es que Metapán es el equipo de la década.