Ahora, más que chicos, son mundialistas. Pero ellos se siguen viendo como personas normales, sin alardes de nada, como los mismos que viajaron con una ilusión del Mundial y los mismos que ya se van al Mundial.
Ya más tranquilos, las bromas, los abrazos, las sonrisas, el llevarse bien se ha multiplicado. Y su esencia sigue siendo la misma de los que conocí, en su mayoría, en julio de 2012, allá en Coatepeque, en la Triangular.
Algunos, físicamente cambiaron en nueve meses. Cuando los volví a encontrar, estaban distintos, un poco más altos, otros más delgados, con otros estilos de cabello y algunos más morenos. Pero en sus saludos, en su amabilidad, en su trato siguen siendo igual de tranquilos y educados.
Además, con algunos recordé que, hace ya un buen tiempo, les hice algunas notas con Fesa y las tengo bien presentes. Estaba muy chiquitos cuando viajaron a campamentos, con sus caritas de niños y sus voces dulces llenas de ilusiones. Íntegros, sin la gloria que han alcanzado.
En la actualidad, eso ha quedado atrás y ya son unos históricos. Pero hay que decir que siguen siendo el mismo grupo de muchachos sin malicias, con los pies en la tierra, genuinos y agradecidos de ser salvadoreños. Eso, lo más importante.