El Estadio Monumental es tan grande que solo rodearlo para buscar el lugar de nuestra entrada nos costó como 10 minutos: Sí, es enorme. Asistí junto a mis tres cuñados al partido Argentina-Venezuela y me quedaron una serie de experiencias que trataré de compartir en estas líneas… Pasamos tres cacheos (revisión de la policía) y en el último estaban haciendo test de alcoholemia, tomaban las huellas digitales y te comprobaban los antecedentes penales. A dos de los cuatro de nuestro grupo nos lo hicieron. Pasamos la prueba…
Entramos al Monumental, ya darte cuenta de la inmensidad de ese estadio te daba la sensación de los que realmente éramos, migajas ante un monstruoso pedazo de cemento. Subimos las escaleras hasta la parte más alta del estadio, y allí asomó la majestuosidad de un estadio que no en vano tiene el sobrenombre “Monumental”. La cancha era hermosa y bien cuidada. Desde nuestra posición se observaba toda la cancha, sabíamos que no nos perderíamos detalle del partido.
Llegamos una hora antes, allí sentados augurando una gran noche. No hacia frío ni calor, era la noche perfecta, lo presentíamos. A lo lejos se escuchaba a los hinchas venezolanos que tenían un trocito de grada nada más, sus voces se alzaban pero rápidamente eran ahogadas con el resto del estadio silbándoles.
A todo esto a nosotros el hambre nos quería agujerear la panza y nos compramos una hamburguesa y gaseosa en el estadio, de esas mismas que te recomiendan no comer, no sé si porque te pueden hacer mal o porque comprarlas te desestabiliza financieramente, ya que los precios de la comida en los estadios argentinos parecen de aeropuerto… Riquísima estaba.
Salió Venezuela a calentar. La tribuna vinotinto enloquecida: hacían ruido, a pesar de que les habían asignado solo un pedacito, se hacían escuchar Los hinchas argentinos silbaban, decían improperios, cosa acostumbrada. Yo reía.
Sale a calentar el arquero titular (Romero) argentino y sus suplentes. Todo el estadio aplaude, ellos agradecen. Los tiros que se hacían entre ellos en el calentamiento eran alabados por la tribuna “Vamos Romero”, “Así”, “Dale” y algunos “Uh!” cuando se iba algún balón al fondo de la red. El estadio de a poco se iba llenando, no quedaban casi lugares.
Cada vez más el tiempo se acortaba y sabíamos que el partido ya comenzaría. Queríamos ver al seleccionado argentino que no había salido a calentar. Sale Venezuela por el costado contrario a nuestra posición. La hinchada vinotinto a los gritos, pero también sale Argentina y el estadio se derrumbó en emoción, aplausos, banderas ondeando, bombos, de todo. Ya se te paraban los pelitos por ver al equipo en la cancha.
Seguido de esto apareció Julio Grondona (Presidente AFA) y TODO el estadio comenzó a silbar, seguido de “Grondona, hijo de $%&!” en forma de cantitos, así varios minutos. Había salido a darle una placa de reconocimiento a Messi. Justo en ese momento saltó un espontáneo, con TRAJE BLANCO, tirando pétalos, fue gracioso, fué TAN espontáneo que nadie lo sacaba, fueron segundos de despiste de la seguridad, luego de la mejor manera se lo llevaron. Salió Grondona de la cancha y le volvieron a recordar el mismo cántico de hacia minutos, hasta le tiraron algunos objetos. El rengueaba, caminaba despacio, con cinco guardaespaldas rodeándolo.
Se vinieron los himnos de los equipos. Una cosa curiosa, los argentinos no cantan la letra del himno, sino que tararean el tonito solamente. No es que sea feo, pero es raro. Igual, todo un estadio tarareando un himno está genial. Se anuncia por el altavoz un minuto de silencio por la muerte del ex presidente de Venezuela Hugo Chávez. Curioso: los que más respetaron el minuto de silencio fueron los de la hinchada argentina.
Arranca el partido. Yo abrí bien los ojos y me dispuse a mirar un partido que aunque era incierto, pintaba para hacernos salir de allí con una sonrisota de felicidad. La primera tarea era intentar reconocer a los jugadores argentinos. Messi inconfundible, por la posición en la cancha, la estatura y esa endiablada zurda. Higuaín por pedir la pelota justo al límite de los defensores venezolanos. Mascherano, cual toro, atrás de todo parando todo avance malintencionado. Lavezzi, ese joven tatuado a un costado de la cancha, nunca dejando de correr, metiendo el cuerpo. Zabaleta que se corría mil veces la banda. Gago al medio poniendo balones. Todos en fracciones del partido caminan. Miran, buscan, arrastran marca.
A todo esto, Venezuela ya estaba haciendo agua, todos metidos atrás cubriendo que no les emboquen nada. Imposible, con Argentina jugando de esa manera era mentira, el gol se estaba fraguando desde el minuto 15 aproximadamente. Nosotros en la grada alentábamos, a todo esto yo era uno más al ritmo de “el que no salte es un inglés”, no te queda otra que saltar. Esto seguido de “el que no salte no va al Mundial”, todo un estadio gritando al unísono. En mi cabeza pasaba mi querido El Salvador y nuestras eternas esperanzas frustradas una y otra vez.
Minuto 28. Montillo recibe el balón, se la da a Messi, nosotros estamos ya con el “dale Messi, daleeee”, se la da al Pipita y este ejecuta por debajo de las piernas del arquero venezolano. Locura desenfrenada. El estadio era una felicidad plena, los brazos levantados era la cotidianidad, la miradas de complicidad entre nosotros y los desconocidos eran moneda corriente ya, sabíamos lo que se venía.
Los cánticos de “Ar-gen-tina, Ar-gen-tina” te retumbaban en los oídos, ya estábamos animados, los hinchas venezolanos, si ya era poquitos, ahora ni se escuchaban Las caras de los jugadores vinotinto en la cancha eran de “se viene lo peor”. Todos en la grada como supuestos conocedores de fútbol narrábamos a nuestra manera la forma en la que se desarrolló la jugada del gol.
El paso al típico “Ole, Ole” nació luego de ese primer gol. Argentina se acomodó en la cancha y si los jugadores estaban a su antojo, nosotros en la grada estábamos hechos una felicidad con patas. Sumale que el “olorcito a porro” te venía de todos los frentes, era imposible no estar “feliz”.
Cada error (a nuestra forma de ver) del árbitro las mentadas a su madre no se hacían esperar, yo me sumaba con peculiaridad, mis cuñados decían: “Habla bien, van a pensar que sos venezolano!” y era porque yo gritaba “Señor árbitro!” en alguna falta, cuando allí los demás hinchas no le decían “árbitro” y mucho menos “Señor”. Yo asentía con la cabeza, disfrutaba y reía.
Minuto 44. Cuando faltaba nada para que termine el primer tiempo, Messi en una carrera con el fin de romper la meta contraria, arranca desde la media cancha, pasa a Higuaín, este la pica para devolverla y el defensa venezolano le mete el brazo. Penalazo. El árbitro lo sentencia. Messi agarra el balón y se venía lo que ya es cantado casi en cada partido que La Pulga juega, un gol suyo. En la grada nosotros nos preguntamos “¿Donde lo tira?” Tres dijimos que a la derecha. Acertamos. Messi frío y sin asco le rompió el arco al meta vinotinto que acertó el lado pero no alcanzó a tocarla.
El estadio enloquecido celebraba de nuevo, incluido este salvadoreño en el Monumental. Era imposible no comenzar con el “Meeeeessi, Meeeessssi”, a eso le sumaban “Vení, Vení, canta conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano, de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”, yo me aprendía y participaba de los cantos. Un par de toques más y se vino el final de la primera mitad. La albiceleste abandonó la cancha en el túnel bajo nuestros pies, les aplaudíamos al pasar.
Comenzó la segunda mitad. Ya sabíamos que dominábamos, Venezuela estaba cansada, que algún gol más iba a caer. Esta vez Argentina atacaba en la portería que daba justo de nuestro lado. Jugada tras jugada, el dominio albiceleste era tremendo, el “Ole, Ole, Ole” era ya parte nuestra. Ya se cantaba “Volveremos volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser campeones como en el 86” augurando una victoria en el Mundial Brasil 2014.
Minuto 58. Messi da un pase en profundidad a Higuaín, este adelanta en carrera al defensor, la puntea y adentro. Golazo! Todo a metros nuestro, vimos todo el desarrollo de la jugada y fue el gol que más gritamos porque lo vimos en HD, justo frente a nuestras narices. Yo me daba cuenta que el esfuerzo y la capacidad de los jugadores de fútbol es tremenda, y más de éstos, con esa manera de jugar que destruye el muro contrario.
A estas alturas el estadio estaba entregadísimo a un equipo que lo había dado todo en la cancha, nosotros estábamos felices también, éramos solo sonrisas, sumado a que uno de mis cuñados no ve casi nada sin lentes y no los había llevado, celebraba todo con delay.
Luego del tercer gol, Argentina se dedico ha tocar el balón al estilo Barcelona, controlando totalmente el partido y llevándonos una vez mas al ya conocido “Oleeee, oleeee”. Higuaín salió tremendamente ovacionado al ser sustituido. Venezuela solo pensando en que no le encajaran más metía un poquito de presión con las pocas fuerzas que le quedaban. Si esto no fuera poco, el altavoz anuncia que los hinchas venezolanos (poquísimos) tendrían que esperar a que salieran todos los demás del estadio, a lo cual, estallamos en risas al unísono. Todo un estadio riendo. El vapuleo había sido de todos los flancos para la vinotinto.
El pitido final llegó. Los aplausos vinieron de a cántaros, la rendición de los que los vimos un partidazo. Al comenzar a retirarse el seleccionado albiceleste celebró con la grada, Messi salió en el túnel que daba directo a donde estábamos, levantó los brazos saludando, agradecido por tanta ovación. Y así salimos nosotros también, los cuatro, extasiados de una dosis desmedida de argentinidad.