Antes que nada, por una llave accesible que permitía soñar más allá de que en los amistosos previos el equipo no daba señales positivas. Incluso, tras los dos primeros partidos, la sensación era que había que mejorar mucho para conseguir el boleto al Mundial.
A decir verdad, estos muchachos que lograron la clasificación probablemente no son la mejor selección juvenil que tuvo El Salvador en las últimas dos décadas, pero sí son los que por primera vez irán a un Mundial. ¿La clave? En lo futbolístico, esos magníficos 45 minutos de la segunda etapa ante Panamá que hicieron torcer el destino. Borraron a los panameños del mapa y mostraron actitud y coraje para ir a cambiar la historia. Algo de eso se vio también, aunque en menor medida, en un lapso de la semifinal contra México, sólo que la inmensa jerarquía del rival terminó prevaleciendo.
El tercer puesto final ?incluido el premio Fair Play- llena de orgullo a todo un país y convierte en héroes a estos nombres hasta hace dos semanas desconocidos para el gran público. Pero también, como pasa en tras las duras derrotas y en las grandes hazañas, inevitablemente se abre el debate sobre quiénes son los responsables del fracaso/éxito. ¿La Fesfut? ¿FESA? ¿El Tuco Alfaro? ¿Sólo los jugadores?
De hecho, ya hay varios de los responsables de diferentes sectores peleándose por atribuir y dejar de atribuir este logro. Es de un desgaste atroz, que resta, que agota… En mi humilde opinión todos, en su medida, han contribuido a esta clasificación al Mundial.
1) Los jugadores. Sin ellos, nada hubiera sido posible. Aparecieron en los momentos que más se necesitaban. Ellos son los que mandan dentro de la cancha, los que deciden… Una genialidad de alguno sirve para ganar un partido, un error de otro para perderlo. Hubo varios destacados, entre ellos Jairo Henríquez, Rolando Morales, Roberto González, José Angel Peña. Todos decisivos.
2) El entrenador. Mauricio Alfaro tiene gran mérito. Si por momentos dejó algunas dudas como estratega táctico para plantear algún partido, también hay que reconocerle que sus palabras como líder de grupo tienen peso: después de su arenga en el mediotiempo ante los panameños, los jugadores parecían otros. Muchos le restan mérito porque sus futbolistas no fueron formados por él, ya que el 80% surgió de FESA. Respuesta: ningún seleccionador juvenil ?y nombro a dos emblemáticos como el argentino José Pekerman y el brasileño Marcos Paquetá- se dedica a formar jugadores, ellos simplemente los escogen de los diferentes clubes… Y el hecho de que sean de FESA no es precisamente una ventaja para Alfaro: prácticamente sólo tiene una institución para escoger, a diferencia de México, USA o Panamá. Claro, como escribí la semana pasada, de no existir FESA el panorama sería todavía peor.
3) FESA. La fundación ha tenido un rol clave en este éxito y es justo reconocerlo debidamente. Su aporte ha sido enorme en la formación, haciendo lo que deberían hacer los equipos de fútbol salvadoreños ?que una vez más han quedado en evidencia-, pero atribuirle todo a FESA también es un error. ¿O acaso los hubiéramos culpado en caso de derrota? ¿O acaso es su culpa la eliminación de la Sub 17, donde también había muchos de sus jugadores? El mensaje de Jorge Bahaia, presidente de FESA, siempre ha sido integrador, pulcro, tan admirable como su obra… Bahaia siempre ha evitado la confrontación y ha preferido sumar desde el perfil bajo. Pero hay quienes dan absolutamente todo el crédito a FESA para restarle méritos al resto, y tampoco es así.
4) Fesfut. La Federación siempre es el villano de la película. Cuando se pierde es el blanco principal de todos los dardos y cuando se triunfa simplemente se le ignora. Tampoco debería ser así… El máximo elogio que han recibido es el silencio ?de haber perdido toda la culpa habría recaído en ellos y en el entrenador-, o la sensación de que al menos esta vez no han estorbado (recordar el Caso Dustin Corea). En mi opinión, también merecen su reconocimiento: han ayudado a que este grupo de jugadores se pudiera foguear en Sudamérica ?FESA también hizo lo suyo ahí-, que hicieran campamentos en México como parte de la adaptación y que pudieran trabajar casi un año con un objetivo muy claro.
Cuando pase la euforia por este bronce, se verá que el fútbol salvadoreño es el mismo, que nada ha cambiado desde la última vez que dijimos que algo tenía que cambiar (¿Desde la eliminación de Brasil 2014?). Las estructuras del fútbol siguen siendo las mismas, mismos vicios, mismas carencias… Con los equipos de fútbol dándole la espalda a las canteras y con la Fesfut ?y aquí sí critico- timorata para obligarlos a hacer algo diferente.
No nos engañemos. No ha habido ningún cambio ni ninguna revolución. Este éxito ?al que hay que disfrutar como corresponde y recordarlo para siempre- fue producto de una serie de hechos que poco tiene que ver con un cambio. De hecho, Guatemala, que está igual o peor que El Salvador, también se clasificó hace dos años para un Mundial Sub 20 (Colombia 2011) y no se ven signos de progreso. Lo que sí puede ocurrir es que este bronce y este boleto a Turquía 2013 sean los propulsores del verdadero cambio que necesita este fútbol. Lo que no se pudo desde la derrota y la humillación, quizás se logre desde la efervescencia de una victoria.