Adiós a Turquía

Adiós a Turquía. Al Mundial Sub 20, que sólo será histórico para El Salvador y para el que lo gane. A los gatos callejeros de Estambul. Al adictivo té turco, llamado chai y escrito çay

descripción de la imagen
Adiós a Turquía

Por Claudio Martínez / @martinezchino

2013-07-08 3:41:01

Adiós a Turquía. Al Mundial Sub 20, que sólo será histórico para El Salvador y para el que lo gane. A los gatos callejeros de Estambul. Al adictivo té turco, llamado chai y escrito çay. A las enigmáticas mujeres de negro que sólo exhiben su mirada. A las liras turcas y sus monedas rompebolsillos. A los aromas penetrantes de las especias, especialmente el curry y el azafrán.

Adiós al azúcar en terrones. A los inconfundibles sonidos del llamado a la oración. Al misterio no resuelto de las verdulerías turcas abiertas a las dos de la mañana. A los laberínticas y estrechas calles de Gaziantep. A la compañía de Leo Messi y Kobe Bryant en cada vuelo de Turkish Airlines. Al empalagoso pero irresistible sabor de la baklava, el postre turco por excelencia.

Adiós a #RizeHistórico. A los omnipresentes anuncios publicitarios de Turkcell, la compañía de celulares más grande y con más marketing. A la pelota gigante de Trabzon, punto de encuentro de los salvadoreños. A los desayunos con sopa de tomates y aceitunas de tres variedades. A los viajes en dolmus, esos buses que hacían cercano lo lejano. A las señas como el verdadero lenguaje universal.

Adiós a los almuerzos y cenas con dönners y kebaps. A Dr. House doblado al turco. Al país de los fumadores empedernidos. A los amaneceres con vistas al Mar Negro como inspiración para redactar los artículos para EDH. Al idioma turco, tan indescifrable y complejo como el chino. A las playas de Antalya y su azul mediterráneo. A los hombres tomados de la mano como símbolo de su profunda amistad. Al café turco, fuerte y despiadado.

Adiós al grito de “Alá” en cada rezo. A los intrépidos taxistas. Al cítrico hedor de transpiración del interior de los transportes públicos. A la plaza Taksim y sus policías vigilantes. Al Turk Telekom Arena, impresionante estadio pero que sin público pierde magia. A las burkas. A los retratos de Ataturk, el padre de la patria turca. A las camisetas del Galatasaray con el nombre de Drogba o Sneijder.

Adiós a la típica música turca en los buses y bares. A la superpoblación de Mustafás, sin duda el nombre más popular. A la publicidad de Arda Turán ?el jugador más famoso del país- recomendando comer en el restaurante Simit Sarayi. Al calor pegajoso y húmedo de Gaziantep. A las noches de insomnio del Tuco Alfaro. A las incontables páginas de los periódicos anunciando posibles fichajes estrellas para el Galatasaray, Fenerbahce y Besiktas. Al caminar, sin importar la hora y el lugar, con la sensación de total seguridad.

Adiós a las banderas rojas con una luna y una estrella flameando en las calles. A las mezquitas, sembradas en racimos para darle el toque perfecto a la arquitectura, especialmente por sus altos minaretes. A los modernos aparatos en la vía pública para recargar celulares en la calle, de cualquier tipo y marca, por solo una lira. A los rótulos de Estambul 2020. A las limonadas. Al Gran Bazar. A los vendedores de alfombras ?no confundir con los de humo-, insistentes como pocos. A las lámparas de Aladino como souvenirs.

Adiós a Turquía. Serás eterna porque renacerás en cada recuerdo. Se te invocará con nostalgia cada vez que volvamos a ver los goles de Coca y del Puma ante Australia y emocionarnos como si fuera la primera vez. Adiós.