Y Alianza nunca estuvo solo. Seguro si el jugador albo veía a las gradas podía desanimarse un poco, pero era inevitable no poner atención a los cánticos de la Ultra Blanca y la Barra Brava, que pusieron un gran ambiente en la lomita.
Llegó un buen número y el lugar no fue suficiente. Algunos se conformaron con alentar contagiados por los demás, aunque sacrificaran la visibilidad hacia el campo de juego.
No faltaron los bombos, las banderas (donde se mezclaron una vez más las de color blanco con las de color negro) y las gargantas para gritar a todo pulmón las diferentes canciones de las barras.
La pasión de cada uno fue mayor a estar identificado por una de las dos barras organizadas. Allí no importaba eso, se dedicaron a alentar como una familia.
Sin duda, el cántico que más sonó fue ?dale, dale, dale albo…? y ?como no te voy a querer…?.
El momento de mayor atención para que los que sí pudieron ingresar a platea (periodistas, directivos, personal administrativo de los equipos, jugadores no convocados por cada equipo, así como los reservistas) era el momento cuando Alianza saltó al terreno de juego para agradecer a esos hinchas que estaban desterrados del Cuscatlán y que prefirieron no ver el juego por la televisión.
Contrario al uso de la pólvora, sólo hubo papel cortado que se lanzó al aire para darle la bienvenida al líder.
Durante el juego, ese aliento se mantuvo y sólo una vez reinó el silencio por unos segundos… fue cuando Firpo marcó el gol y la hinchada blanca cambió al canto ?movete, Alianza movete, movete dejá de joder… que no podemos perder?.
Al final, ese apoyo incondicional, otra asoleada más, quedar afónico para dejarse escuchar no fue recompensada. No hubo recompensa, sí decepciones. Lo positivo, no hubo desórdenes, ni pólvora y tampoco se lanzaron objetos a la distancia.