Hay veces que el periodista tiene mérito en la investigación y en la búsqueda de los datos que obtiene y publica. Otras, en cambio, tiene suerte de que alguien le cuente una historia o le confiese algo, con lo que su trabajo se reduce simplemente a verificar esos hechos. Esto último me ocurrió ayer cuando, casi de casualidad, tuve la posibilidad de hablar con un futbolista ?ya retirado, para más datos- sobre el tema de la pólvora en los estadios.
Hasta aquí, las posibilidades sobre cómo entraron los explosivos al Estadio Cuscatlán, y a cualquier estadio en general, se reducían a dos. 1) los aficionados burlaron el operativo policial; 2) los entraron al escenario en los días previos, cuando no había controles, y los dejaron en el estadio.
Platicando con este ex jugador ?que no es de Alianza y pidió que se nombre se mantuviera en el anonimato por su propia seguridad-, soltó una tercera variante: “¿Y si los explosivos los ingresan los propios futbolistas?, ¿Pensaron en eso? No digo que en el caso de Alianza-FAS haya sido así, pero…”.
De repente, su tesis empezó a tomar forma con su propio testimonio: “Los jugadores de Primera y también los de reserva a veces llevamos pólvora y se la damos a la barra. Nadie nos controla al entrar al estadio porque somos jugadores… En mi equipo era una cosa muy común”. Luego agregó: “Por ser jugador de reserva nunca me revisaban en las puertas y cuando terminaba de jugar solo me acercaba a dejar la mochila donde ellos. No lo hacíamos con mala intención, pero ahora, al ver lo que pasó, me arrepiento de haberlo hecho”.
Esta confesión sobre el modus operandi no significa que los jugadores del Alianza hayan sido cómplices de la explosión del último domingo. Para nada. Que quede claro. Pero sí es evidente, según el testimonio, de que en otros momento las barras se han valido de futbolistas ?más los de reserva que los de Primera- para ingresar pólvora evitando los dispositivos de seguridad.
Sería inimaginable y al mismo tiempo absurdo ver a los jugadores pasando un control policial antes de entrar al estadio donde ellos mismos van a dar el espectáculo. No ocurrirá jamás. Pero sí sería bueno que aquellos que ofician de “mula” -que los hay los hay- tomen un poco de conciencia del peligroso real que eso significa… Incluso para su propia seguridad, porque nadie debería estar demasiado tranquilo si en su bolso carga un par de libras de explosivos.