Los extraños sabores de una pizza

[DIARIO DE VIAJE] La pizza turca es deliciosa, la atención en los comercios también (casi siempre); Sin embargo, siempre hay un pelo en la sopa

descripción de la imagen
La pizza turca y la comida en general, tiene buena nota tras la cobertura de EDH Deportes en ese país. Foto EDH: Claudio Martínez.

Por Claudio Martínez [ENVIADO ESPECIAL DE EDH DEPORTES A TURQU??A] Twitter: @martinezchino

2013-07-01 3:16:23

Cuando uno está en cobertura periodística en el exterior el reloj biológico recibe mensajes contradictorios. Uno vive la hora local, la turca en este caso, para la agenda diaria; pero se rige por la hora de El Salvador para el envío y recepción de los artículos, o más específicamente aquí para el horario de las salidas al aire en A Primera Hora, El Desempate o Fanáticos +.  

Todo esto hace que uno almuerce o cene cuando haya algún tiempo muerto, que no siempre es el horario más conveniente. Básicamente, el problema es la cena. Cuando uno quiere acordar, son las once de la noche o más, y las opciones se reducen a los puestos callejeros de dönner o kebap, sabrosos y espectaculares, pero algo aburridos después del sexto día consecutivo.

Una noche, cuando ?apenas? eran pasadas las 10pm, encontramos una pizzería en Trebisonda. Una pizzería turca, con especialidades locales desde la masa hasta sus condimentos, pero pizzería al fin. En general, los turcos atienden muy bien en los comercios, pero esta fue la excepción. La señorita, que estaba a punto de irse, no le gustó nada la idea de ponerse a preparar tres pizzas ?me acompañaban Raúl Benítez y el cineasta Andrés Rico- a esa hora. Nos ?ladró? y claramente le explicaba a la persona con la que hablaba por su celular, probablemente su novio, que tres imbéciles le habían arruinado la noche con su inoportuna presencia.

Jamás sabremos si entre esos extraños condimentos iba la saliva de la empleada enojada, pero la pizza estaba deliciosa. ¿O sería nuestra hambre? Ahí no terminó todo. Mientras comíamos, empezó una cordial invitación a que lo hiciéramos lo más rápido posible. El mensaje era claro: ?Váyanse, nos queremos ir??.  Nos quitaban las sillas de al lado, apilaban las mesas y pasaron una ruidosa aspiradora? Nosotros, inmutables. Entonces jugaron una última e inesperada carta: apagaron las luces del lugar. Sí, increíblemente todo quedó a oscuras y no hubo más remedio que partir con la sobremesa apenas iniciada. Nos quejamos, protestamos, pero nadie nos escuchó ni nos vio.