“El fútbol debe seguir”, dicen unos. “Sigamos adelante, dejemos ya el ‘caso amaños’ en el pasado”, dicen otros. “La Selección debe jugar, ya sin los suspendidos es mejor que regrese a la actividad, porque si no, vamos a bajar más en el ránking FIFA”, justifican algunos más. Y no. Se equivocan.
El fútbol no debe simplemente seguir. No el fútbol salvadoreño, enfermo del cáncer de la corrupción y compra de voluntades. Nuestro balompié no puede continuar y formar nuevas Selecciones Mayores como si nada hubiera pasado. Es una mala señal. Estamos haciéndonos todos los tontos, como si nada grave hubiera pasado, como si lo mejor fuera tomar esa suciedad y ponerla bajo un alfombra para que no nos siga dando asco.
Esa suciedad sigue ahí. Que el periodismo haya puesto esa basura en nuestras narices nos incomodó, nos pegó, nos revolvió las tripas; es lógico que muchos ya no quieran ver tal porción de estiércol enfrente, pero señores, la suciedad sigue ahí. Va más allá de las suspensiones ya hechas (todas ellas han sido apeladas, por cierto). Hay más nombres. Hay más implicados, y en otros círculos. ¿Qué pasa con la Fiscalía? Inició con todo al ingresar a las viviendas de los sospechados, y quedó en la nada. ¿Show? ¿Circo? ¿Y la investigación? ¿Y Concachampions? ¿Y los de saco y corbata? Cerrar los ojos no es la cura. El hedor es demasiado fuerte…