Sin Leo Messi desde el principio en la cancha el Barça ofreció minutos con voluntad de querer ganar el encuentro, pero la ausencia del Pulga era el fantasma con el que se toparon todos los intentos de definición en los primeros veinte minutos.
El Barça jugaba con fuego ante las arremetidas de Robben, que se marchaba como la mecha encendida de TNT, pararlo, significaba para el Barça emplearse a fondo, barrerse, dejar la piel y la cortesía a la que están acostumbrados al momento de marcar.
La calidad de los pases del club blaugrana mermaba justo en los linderos de el área comanda por Boateng y Van Buyten, conservar la calma y tirar a marco fueron dos postulados que quedaron tirados en el vestuario. Los culé iban de forma desordenada hacia adelante en búsqueda del primero de cuatro tantos que necesitaban para poner la igualada en el global.
En el Bayern, Neuer fue exigido hasta el minuto 26 consecuencia de un tiro de larga distancia de Pedro Rodríguez, el Barça estaba consciente que hoy tenía que ocupar toda su artillería, y seguir el modelo de toque quedó en el cajón, había que trasladar el cuero rápido y preciso, más que nunca.
Un centro de Dani Alves tomó a Lahm chocando con Fábregas en el área, Xavi tomó el esférico en el rebote pero lo mandó de regreso a Múnich. El Barça tocaba y tocaba la puerta del ex del Schalke con intensa presión de Song y una salida sumamemte rápida por las bandas, por el centro volar era difícil.
El Bayern se topó con una desesperación catalana ajena a sus cánones, su ideología. Villa no agarraba ni una, y el músculo de Schweinsteiger y Javi Martínez se imponía, tiempistas tremendos en el anticipo, los escuderos de Boateng y Van Buyten rozaban a la perfección el deber proteger a sus centrales.
Los de Heynckes juguetearon en todo tiempo con la ansiedad del Barça, esperaban, incomodaban, estorbaban, ni más, ni menos. Neuer no había sido tan exigido, y cada balón agigantaba su figura ante la de Valdés, muy rápido de pensamiento y de extremidades.
90 mil gargantas lucieron apagadas, viendo como su equipo tenía la claridad de una horchata, la definición del Tecla Farías, y la visión de Mr. Magoo. Lo habían dado todo sin Messi, pero el arco no se rompió ni muchos menos inquietó en la primera parte. Cinco mil traqueas más gritaban palabras cargadas de “Sch” “R” y “T” sosteniendo de seguro malta germana, los hinchas de los “Star-DesSuden” disfrutaban en el estadio de la ciudad Condal a la espera de aguantar solo 45 minutos más, satisfechos, muy conformes con el espíritu culé, que estuvo lejísimos del demostrado ante el Milan hace unas semanas.
El Bayern salió en el segundo tiempo bajo el mismo guión, y se encontró con una exquisitez de Robben al 48. El holandés se sacudió a Adriano tras recibir un pelotazo largo en diagonal y enfiló hacia el arco de Valdés con su zurda dorada, que disparó certero. El cuero se hundió en las mallas blaugranas y sepultó de golpe la ilusión de un pueblo. Fue la estocada más dura en mucho tiempo, ese gol debilitó los cimientos del Camp Nou, que se caía a pedazos, que suspiraba y se conformaba con apoyar a su equipo, hasta el final del suplicio germano.
A partir del minuto 60, el Barcelonismo comprendió que ningún cambio estratégico ni de ninguna otra índole le haría estar en Wembley. La estocada final se asumió, tras el autogol de Piqué al 71, palo que terminó de fundir el cuerpo sin vida del club catalán fue un cabezazo de Müller. Paliza full extras.
Barcelona no perdía en Champions en el Camp Nou desde que Rubin Kazan diera la campanada en 2009, sin embargo, ésta calará hondo.
Se decía que una dinastía terminó, que sea la historia quien juzgue. En la final se hablará alemán, el clásico de la Bundesliga se trasladará al mítico templo inglés este 25 de mayo. Lahm, Van Buyten, Schweinsteiger se vengaron de la humillación del 2009.
Bávaros y Dortmunders disputarán la primera final germana de la historia de la Champions. Auf Wiedersehen, Spanien!.