Sólo lo había podido ver en las novelas mexicanas, en esa época en la que tenía tiempo de sobra para mirarlas. Pero resultó tremendamente agradable a mi vista observar, en vivo y a todo color, una venta callejera de flores.
A mí, que me gustan, me dejó sorprendida cómo una especie de “tienda” estaba montada en una acera, con flores adornadas con sus plásticos, otras en macetas pequeñas, varias juntas formando ramos de distintos colores, y otras individuales en recipientes que se amontonaban en una especie de escalera.
Son de precio accesible, me contaron, y quizás eso influía para que tuviera un par de compradores. Una especie de floristería muy completa y bien preparada con todo tipo de arreglos.
Según dicen, como sigue siendo febrero, la gente continúa comprando en buenas cantidades. Pero aseguran que todo el año jóvenes, madres, abuelas, hijos pasan adquiriendo la bellas flores para conservarlas o para obsequiarlas porque son parte de un no sé qué… que alegra la vida. ¡Dichosos!