Una de las mejores squashistas del país no inició en este deporte. Curiosamente, Carolina Vega arrancó con la gimnasia a los 4 años, pero llegó hasta los 12, cuando ya formaba parte del equipo nacional.
Para entonces, “ya ni estudiaba por estar brincando y mi mami me sacó”, recuerda.
Un año más tarde se encontró con una raqueta de squash en el closet. Era de su padre y “empecé a darle” en Primera Raqueta, El Deportivo y el Club Campestre. “Jugaba con mis amigos, así fue todo, quizás hasta los 15 años, cuando tuve mi primer trofeo de un torneo, allá por 1985”, explica.
El squash en esa época era diferente. Prácticamente era un deporte de amigos y existía la categoría femenina. “El nivel fue aumentando y ya no querían jugar con nosotras. Entonces, empezamos a meternos en la categoría C de hombres, la ganabas y pasabas a la B y así hasta 1994, pero todo era a nivel social, no era ninguna competencia internacional ni mucho menos”, analiza Vega.
Pero en los 90’s, comenzaron a realizarse torneos Centroamericanos y México mayor. “Participamos, y llegué a la final, pero pues me metí a la cancha de raquetbol que estaba a la par a jugar un rato, solo para que me rajaran la frente y tuve que retirarme de la final”.
Para 1994, ya representaba al país en eventos internacionales, pero curiosamente no fue en squash, sino en raquetbol. “Es que no había gente que lo practicara y era en los Centroamericanos. Así que juntaron a las que jugábamos squash y a algunos tenistas y nos mandaron a una clínica de un mes a México, antes del evento. Al final, hubo exhibición, y esas fueron mis primeras medallas a nivel nacional, en individual, en pareja y por equipos, con Frayda y Ely Aisenberg”.
Tras ello, las invitaron al clasificatorio para el torneo panamericano de squash (lo máximo para alguien del continente, ya que no es un deporte olímpico), en el que estarían países como Estados Unidos, Brasil, Colombia, Canadá, potencias mundiales.
“Era una gran oportunidad, pero entrenamiento de ley no habíamos tenido. Jugamos por años, pero con nuestros amigos. Fuimos a Colombia y lo logramos y fuimos al Panamericano a Mar del Plata, en 1995, con Frida, Gloria Granillo y Claudia Campos. Ya ahí, quedamos en el séptimo lugar”.
Cambios, regreso y logros
Regresaron con la idea de mejorar los entrenos, pero a los meses estaba embarazada de su primer hijo, y para 1998, nació el segundo.
“Fuimos en 1998 a clasificar para los panamericanos y nos fuimos a Winnipeng, ya con más entreno. Terminamos igual en séptimo lugar, pero teníamos una gran desventaja, enfrentábamos a bichas que les llevábamos 10 años y que solo a eso se dedicaban”.
Tras ello, el país realizó un invitacional panamericano en 2001, en donde El Salvador logró en la XI Panamericano el título de campeón por equipos, al vencer a la favorita México.
Martha Herrera se impuso a la nacional Claudia O’Farrell. Después, Vega venció a Diana Huerta para empatar las cosas. Y Frayda venció a Karina Herrera para asegurar el primer título del squash a ese nivel.
Tras ello, en 2002 fue operada de una ruptura discal en la columna en 2001, y en 2004, fue operada de ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Aún así, en 2005, logró el oro panamericano en dobles, junto a Aisemberg, al vencer a las aztecas Karina Herrera y Sary Díaz, en otro hito que se mantiene vigente en este deporte.
¿QUÉ HACE?
Carolina no puede vivir sin deporte. En sus ratos libres, hace de todo un poco, juega al tenis con su familia, vuelve a las canchas de squash, hace cardio y pesas, o algo de natación.
Sin embargo, también estuvo ligada a la enseñanza deportiva. Fue entrenadora de los niños en la federación de squash y estudió educación física. Además, trabajó en el Británico dando clases de squash.
“Luego lo dejé, me casé, tenía mi familia, el entreno, y pues era más complicado poder continuar dando clases. Pero es algo muy emocionante”, cuenta.
Por ello mismo, continúa dando clases, pero ahora lo hace en natación. “Voy al kínder Children sobre la Mascota, y tengo niños de 2 a 6 años. Es lindo lo que hago, me llena de satisfacción, a veces me erizo después de ver unos niños que me han costado y que de repente los veo nadando. Es emocionante, te dan un amor y un cariño, unos abrazos tan sinceros, estoy rodeada de un ambiente bien puro y sano, lo llena a uno. Me encanta… Me encantaría retribuir un poco a mi deporte que me dio tanta satisfacción, pero ¿a qué horas? Aparte de mi familia, el squash ha sido mi vida”, afirma.