Como en todas partes, el acento nos delata para bien o para mal. Cuando se trata de pedir un taxi y no se conoce una dirección podemos llevarnos sustos. Después del segundo día en este país y cuando comenzó el trajín para seguir a la Selecta hasta la cancha Durman Esquivel en Coyol de Alajuela me percaté que es fácil que ‘nos bajen’.
A unos colegas periodistas que, por respeto a ellos y a su medio omitiré, casi se iban de espalda. Por tomar un taxi desde el hotel a la cancha pagaron un equivalente de $70 dólares. Eso sí, fue ida y vuelta y tomó la ruta más larga porque siguió al bus de la Selección.
Preguntando con amigos que viven en Costa Rica consulté cuánto podía costar este viajecito. Los precios variaban entre los 30 a 45 dólares porque depende también si no hay tráfico. Además en la calle si se tiene suerte se agarra un taxi que cobra por el tiempo (a ese sistema le llaman “la maría”) o por urgencia toca irse en uno pirata donde hay que regatear.
Pues un día quise probar. Hice un truco. Para que no me cobraran la gran cuenta tomé un bus y reduje distancia y en el centro de Alajuela cambié colones para tener efectivo. Allí me la ingenié para que no me identificara que soy periodista, mucho menos salvadoreño.
Lo primero que hice fue decirle a un taxista “hey mae llévame a la cancha Durman Esquivel de Coyol Alajuela”. Dicho y hecho me subí y en el trayecto no hablamos mucho. Ya cuando faltaban unos cinco minutos se cruzó en la calle una mujer con su niño. El taxista frenó de golpe, cedió el paso y me dice “sólo porque es bonita la dejé pasar, si es fea mae ni en sueños”.
Cuando lo miré para escucharlo me pregunta “¿a qué equipo sigue mi amigo?”. Le respondí rápido “del Carmelita mae” (sin olvidar que la letra “r” debía pronunciarse fuerte para no dejar de escucharme tico). Por suerte no me preguntó más de Carmelita como jugadores de su plantilla, dirigentes.
Cuando llegamos al destino final le pedí que me dejara antes del punto de seguridad. Pregunté cuánto era y dijo “seis rojillos” ($12.00). Sin titubear saqué el billete de 10 mil colones y me dio el vuelto. Nunca se enteró que le mentí piadosamente pero lo hice sólo por sobrevivir.