Y las punzaciones en mi pie izquierdo volvieron casi un mes después. Quizá a muchos ni les importe, pero el 30 de diciembre me doblé el tobillo mientras salía del trabajo. Nunca visité un doctor y a inicios de enero apareció el dolor fuertemente al extremo que no me podía mover y tenía dificultades para caminar.
Ayer esa extraña sensación la comencé a sentir mientras estaba en el desayunador. Sabía algo no estaba bien porque recordé ese dolor, pero no podía hacer mala cara a la situación porque en la mañana había que seguir a la Seleccta, que tenía programado visitar el Complejo del Proyecto Gol.
Me adelanté hora y media a que “Chochera” Castillo y sus jugadores llegaran al lugar. Para matar el tiempo decidí comprar una botella de agua, un jugo y unos snakcs por si me daba hambre en el transcurso de la mañana.
Después de unos 20 minutos sentí molestias pero nunca creí que fuera grave. Me paré y allí comenzó la odisea. No podía moverme. El dolor era insoportable y lo peor que no cargaba ni una crema de declofenaco, mucho menos una pastilla.
De repente apareció un señor con una hielera. Lo primero que pensé fue preguntar dónde podía atenderme un doctor de planta para las selecciones nacionales de Costa Rica. Dije “hola” pero él, vestido con ropa de entreno de “la Sele”, me dijo “disculpe, yo soy de un buenos días y después podemos hablar de trabajo”. Rectifiqué en mi saludo y esta vez sí dije “buenos días, ¿puedo hacerle una consulta?”
Le expliqué el problema, que no podía caminar y que necesitaba ayuda. Me señaló la unidad médica de la fedefutbol y me explicó que si más tarde me veía podía atenderme porque era el masajista de la Selección Mayor de Costa Rica, Rodrigo Porras.
Fui a la unidad médica pero estaba cerrada. De repente me vio otra persona que trabaja para las selecciones menores y sacó de su maletín cuatro pastillas de Katafenac (diclofenaco potásico) de 50 mg. Me dijo “tómese una pastilla cada cuatro horas y sentirá el alivio”. Santo remedio. Es feo estar lesionado y sin ser jugador. Tras esto necesitaré ayuda del “Pumita” porque este dolor es traicionero.