Duele. Perturba. Desilusiona. Frustra. La eliminación de la Selecta encuentra en estos adjetivos y otros más, muchos más, las sensaciones de todos. La Azul es un sentimiento y los sentimientos no se explican. Lo que sí se puede explicar, o intentarlo, es el fracaso, uno más, de no ir a un Mundial. El mismo fracaso que se viene repitiendo desde las eliminatorias de 1985.
Y no se trata de cargar las tintas ni de hacer leña…. Mal se le pueden achacar a uno o a dos “chivos expiatorios” la frustración de no poder llegar a Brasil 2014 cuando es la octava eliminatoria que tiene el mismo, triste y desencantador final: El Salvador verá el Mundial por televisión.
Se señalan culpables, según la opinión y hasta, en algunos casos, los intereses de cada uno. Los dardos van en direcciones múltiples: que la Chelona Rodríguez con su ya “famoso” congelamiento de sueldo interrumpió un “proceso”. Que Rubén Israel y su huída a Paraguay dejó a la Selecta a la deriva en momentos urgentes. Que el Cuate Castillo y sus “inventos” por el escaso conocimiento del fútbol salvadoreño.
Que los dirigentes de la FESFUT y su corrupción enquistada. Que los jugadores y su escaso apego al trabajo y al sacrificio. Que los periodistas no dejan trabajar y ponen obstáculos. Que la afición, porque se quedó muda tras los goles rivales. Que Larissa Riquelme porque dio mala suerte…, que la mascota, que Beto Torres, que Omar Angulo… Ni “Juan Calles”, el simpático muñeco del MAS!, se salvó de las críticas.
Pero resulta que las causas de este y todos los anteriores fracasos habrá que buscarla en algo más profundo que la coyuntura, donde también hubo errores. Habrá que apuntar a la falta de infraestructura, esa que no le permite, por ejemplo, a un entrenador ni siquiera tener una cancha de entrenamiento de césped natural a disposición. Habrá que buscarla en la falta de planes a largo plazo, de esos que se fortalecen soportando resultados negativos sin cortar cabezas ni exigir renuncias. Habrá que buscarlas, y aquí está el principal factor, en la falta de fuerzas básicas en el fútbol salvadoreño. Es obvio, no estamos descubriendo la pólvora. Esto se escribió mil veces y se repitió hasta el hartazgo… pero nada.
El fútbol salvadoreño adolece del principal motor del fútbol internacional. Y sin motor, cómo se van a ganar carreras ¿Se acuerdan de aquella frase de eslogan de la campaña electoral de Bill Clinton para derrotar a Bush? Fue “es la economía, estúpido”. Adaptémosla al fútbol salvadoreño: “Son las canteras, ….” y póngale usted el adjetivo que quiera. Pero mientras no haya fuerzas básicas, El Salvador dependerá exclusivamente de una generación de talentos espontáneos para ir a un Mundial. Y eso suele tardar generaciones… si se tiene suerte.
México, el hoy gigante y admirado fútbol azteca, decidió implantar las fuerzas básicas no hace tantísimo tiempo. Los historiadores de ese fútbol indican que el arribo del argentino Renato Cesarini a los Pumas de la UNAM allá por la década del 60 fue el impulsor inicial de las canteras, que luego se fueron puliendo y perfeccionando con el tiempo. De ahí empezaron a adoptar su modelo Atlas, Cruz Azul, América, Toluca, Pachuca, Chivas, todos… Después vino el tiempo de las competiciones organizadas por la Federación.
Dicen que en la liga mexicana, en los 70, los jugadores debutaban en Primera a los 25 años. ¿Les suena conocido esto? Más cerca en el tiempo, los torneos de divisiones menores de Costa Rica. En 1999 se creó UNAFUT y con ella revivieron las competencias juveniles oficiales de los equipos: roce, juegos, partidos…
¿Por qué El Salvador tendría entonces que dejar afuera a México o Costa Rica que vienen trabajando en esto desde hace años? ¿Cuáles eran los argumentos para eliminarlos? ¿Una patriada de Fito ante los ticos, un tiro libre del Cheyo, una definición de Burgos? Podría haber sucedido, cómo no. Pero el fútbol, tan impredecible y cambiante, a veces se define por cuestiones tan sencillas como que el rival es mejor y punto. Mejor en la cancha y mejor en estructuras y organización. Y si ellos, Costa Rica y México, son mejores que El Salvador por todas estas razones ¿por qué habrían de quedarse afuera ellos y no la Selecta?
Que la Chelona se equivocó, es cierto. Que Israel dejó al equipo a la deriva, también. Que el Cuate dudó y no supo nunca encontrarle la vuelta al equipo, sí, es verdad. Pero a no confundirse: El Salvador no se queda afuera de su octavo mundial consecutivo porque Isidro Gutiérrez jugó de lateral. Las causas son mucho más profundas y difíciles de erradicar. Es tiempo, de una vez por todas, de poner manos a la obra.