Cuate sí, Cuate no. La salida de Juan de Dios Castillo de la Selecta se ha transformado en un inesperado dolor de cabeza, otro más, para la Federación de Fútbol.
Cuando el foco debería apuntar en estos momentos hacia la designación del nuevo DT, la situación indefinida del mexicano y FESFUT se roba la atención.
Habría que dividir las aguas: por un lado, está claro que el entrenador mexicano no ha hecho las cosas bien en el poco tiempo que tuvo a cargo a la Selección. Y, sobre todo, que los resultados fueron pésimos.
Sin crédito entre los directivos, aficionados y hasta jugadores, está claro que no podrá seguir al frente del equipo. Pero esto no tiene nada que ver con su reclamo, que es justo y valedero.
El contrato firmado hasta diciembre de 2013 ha sido un error de la FESFUT, que no previó este resultado y hoy no sabe como hacer para desligarse del mexicano.
Lo mejor, obviamente, hubiera sido un contrato sujeto a la participación en eliminatorias mundialista con la opción de renovar o no una vez eliminado o clasificado a Brasil 2014. Como no fue así, Castillo tiene todo el derecho de reclamar su dinero, como cualquier DT del mundo.
O más, como cualquier trabajador en cualquier otro ámbito laboral. Juzgar a Castillo por reclamar su dinero nada tiene que ver con sus malas decisiones técnicas o sus errores en la Azul. Se trata de respetar lo firmado. Nada más y nada menos que eso.