Luciano Gaucci, ex dueño del Viterbese y del Perugia, jamás estudió marketing, pero siempre se las ingenió para que jamás dejaran de hablar de sus equipos en los medios de comunicación. Tan flemático como excéntrico, este empresario romano proveniente de la industria textil también vinculado al mundo de los caballos de carrera ha dejado un interesante legado para el mundo del negocio del fútbol ?además de varios juicios, pero esa es otra historia- del que los futbolistas salvadoreños y sus agentes podrían sacar provecho.
¿Cómo es esto? Gaucci siempre tuvo claro que no tenía dinero suficiente para contratar a David Beckham y llevarlo al Perugia, por lo que buscó otros métodos más creativos y menos costosos para hacer famoso a su club. Cuando era propietario del Viterbese dio la primera señal de “sus locuras” al contratar a una mujer, Carolina Morace, como entrenadora del equipo, provocando que todos giraran sus miradas hacia ese modesto club hasta ese momento ignorado por los grandes medios.
Tiempo después, ya a cargo del Perugia, don Luciano sorprendió con otras de sus iniciativas. Pretendió inscribir, sin éxito, a Hanna Ljunberg, una futbolista mujer, para que jugara a la par de los hombres en el Calcio. “No hay ninguna regla que impida a una mujer en la Serie A, lo que pasa es que nosotros nos autocensuramos”, argumentó en aquellos días.
Esos, por mencionar algunos, fueron los pasos en falso de Gaucci. Pero otros de sus fichajes fueron un auténtico éxito, algunos en lo futbolístico y todos en lo económico. Por ejemplo, fichó en 1999 al ecuatoriano Iván Kaviedes por Internet ?algo revolucionario para la época- y se ganó casi 15 millones de aficionados: todos los ecuatorianos, que jamás habían visto a uno de los suyos en el Calcio antes de él.
Así, con un par de contrataciones, logró que el Perugia no sea sólo cosa de 160,000 personas ?los que habitan en la ciudad de Perugia- sino de millones y millones. Bajo esa misma consigna fichó al hijo de Kadafhi, Al-Saadi, lo que hizo que toda Libia se volviera aficionada del Perugia. También hizo lo mismo con el coreano Ahn Jung-Hwan ?a quien tiempo después despidió por “traidor” luego de que éste le anotara un gol a Italia que significó la eliminación del Mundial 2002- y al iraní Rahman Rezaei. Nuevos mercados, más aficionados.
Pero sin duda que el golpe más exitoso de Gaucci fue la contratación del japonés Hidetoshi Nakata (en 1998) en tiempos donde no era común ver a nipones jugando en el exterior. Su llegada al Perugia fue una auténtica revolución. No tanto por su juego, que igualmente fue muy bueno, sino por el efecto que desencadenó. La empresa de Gaucci se cansó de vender camisetas del Perugia en Japón y más de una docena de periodistas japoneses se instaló en la ciudad para seguir los pasos de Nakata. Además, Perugia se volvió un destino turístico para miles de japoneses, que viajaban para ver el partido y conocer las atracciones de la región. Después, Gaucci terminó de cerrar su negocio brillante al venderlo a la Roma en 12 millones de dólares.
¿Y qué tiene que ver El Salvador en todo esto? Salvando las distancias, El Salvador tiene varios Nakata. O mejor dicho, cualquiera de sus jugadores que sea contratado en el exterior tiene el apoyo incondicional de todo un país como en su momento fue el pueblo japonés, lo cual, por volumen puede considerarse un gran negocio. Solo que quizás no lo han visto…
Un ejemplo al azar. Tomemos un club cualquiera de Suecia, el BK Häcken, que marcha cuarto en la Allsvenskan, la máxima categoría de ese país. Tiene 1,900 fans en Facebook y 563 seguidores en Twitter. Bastaría que contrataran a un futbolista salvadoreño para que esas cifras se multipliquen por 12 o 15. Claro, luego el jugador tendrá que aportar lo suyo, pero es un negocio en sí mismo, porque implica proyección del equipo, venta de camisetas online, futuras visitas de salvadoreños y cobertura mediática del otro lado del Atlántico. Seguro que los periodistas salvadoreños no se irán a vivir a allí como en el caso Nakata, pero la proyección del club sería importantísima.
Cristian Vega, uno de los agentes de Jaime Alas y Arturo Álvarez, justamente comentaba la sorpresa que causó en el club Pacos de Ferreira la llegada de Álvarez. Se dieron cuenta que además del aporte deportivo de Arturo, tenían un nuevo mercado inexplorado que le hizo subir las visitas de su página oficial, su presencia en redes sociales y que hicieron que llegaran pedidos de camisetas del club de lugares que antes jamás hubieran imaginado.
A diferencia de un brasileño, argentino o uruguayo que llega a un nuevo club (están pendientes solo sus familiares y amigos, pues ni siquiera es gran noticia en sus propios países) la contratación de un jugador salvadoreño trae implícito un efecto extra por la misma avidez de la afición. Se adquiere un futbolista, pero por el mismo precio van, por lo menos, 5 millones de aficionados, entre los residentes amantes del fútbol de El Salvador y los que viven en el exterior.
Ese activo es el más importante que tiene el futbolista salvadoreño en estos momentos. Si a ese se le combina con algo de talento, el combo es altamente vendible. Una lástima que Luciano Gaucci ya no se dedique más al fútbol. De lo contrario, ya habría algún salvadoreño jugando en el Calcio.
Este y otros artículos pertenecen al blog de Claudio Martínez en Radio 102Nueve.