El oro del vecino

Si las medallas las ganan los europeos, estadounidenses, asiáticos o sudamericanos, no hay problemas, se asume con total naturalidad...

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El oro del vecino

Por Claudio Martínez

2012-08-13 9:50:49

Si las medallas las ganan los europeos, estadounidenses, asiáticos o sudamericanos, no hay problemas, se asume con total naturalidad. Viven lejos. No se parecen a los nuestros… Pero si la gana un vecino, indefectiblemente nos inunda una sensación de impotencia y desazón. Por lo cercano, la comparación se vuelve inevitable y las conclusiones no son buenas. Ocurrió con la plata guatemalteca lograda por Erick Barrondo, que desató una serie de cuestionamientos sobre cómo se trabaja en el atletismo local y por qué se dejó ir a un entrenador exitoso ?el mismo que colaboró desde su experiencia para la primera medalla chapina en la historia olímpica- como Rigoberto Medina.

Pero peor aún cayó el oro logrado por la selección de México en Londres. Nadie se había lamentado por las anteriores medallas aztecas en los otros deportes porque hasta el más ignorante sabe la diferencia de estructuras, presupuestos y preparación ?por nombrar algunos aspectos- que hay entre México y El Salvador.

Pero el fútbol es diferente. En fútbol, México sigue siendo el gran rival de los salvadoreños. No es recíproco, claro, pero no importa. La celebración de los muchachos de Tena en Wembley fue una daga filosa incrustada en el corazón para muchos de los pocos que se atrevieron a dejar la TV encendida en ese momento. Y sí, hay una gran rivalidad, fomentada por algunas viejas batallas, por declaraciones fuera de lugar de algunos futbolistas de antaño y renovada cada tanto por el discurso de algunos periodistas ?Faitelson y sus amigos- que no les importa ser políticamente correctos.

Sin embargo, sería muy torpe negar el progreso de México simplemente porque nos caen mal unos ?o muchos- mexicanos. Sería muy simplista pensar que a pesar de todo lo que puedan lograr a nivel internacional, quizás la próxima vez que vengan al Cuscatlán les ganemos como en 2009 o como en las anteriores. Puede darse, claro, pero la apuesta debe ir más allá de asustar a un rival con la presión de la gente: también se necesita trabajo. Porque la ventaja de la localía no siempre es infalible ?veamos lo que ocurrió en junio pasado-, y porque a cada partido de local le corresponde uno de visitante.

México coronó en Londres lo que viene sembrando desde hace mucho tiempo. Fue oro, pudo ser plata o bronce, a veces eso es relativo, pero lo cierto es que desde hace tiempo los clubes y la Federación se pusieron a trabajar en serio. No es el fútbol perfecto ni mucho menos, tienen varios problemas: un manejo no muy cristalino en la Femexfut, algunos casos de corrupción, la multipropiedad de los clubes y el escaso éxito de la mayoría de los futbolistas mexicanos cuando han salido a jugar fuera de sus fronteras.

En menos de diez años fue campeón dos veces del Mundial Sub 17 (Perú 2005 y México 2011), fue tercero en el Mundial Sub 20 (Colombia 2011), ganó las últimas dos Copa de Oro de Concacaf (2009 y 2011) y obtuvo recientemente el torneo Esperanzas de Toulon (Francia 2012). Además, sus equipos han ganado la Copa de Campeones de la Concacaf y han hechos papeles más que dignos en la Copa Libertadores como invitados.

Hay varias claves. No todas son fáciles de replicar, como la del dinero que mueve el fútbol mexicano, el segundo más alto del continente detrás de Brasil. Las televisoras ?dueñas de equipos, es cierto- invierten muchísimo, lo mismo que las grandes empresas privadas del país. Mucho de ese dinero se va en contrataciones a las que se les paga auténticas fortunas ?más de lo que ganarían en Europa-, pero también hay que reconocer que esos pesos sirven para apuntalar los clubes, auténticos semilleros de jugadores como Chivas, Atlas, Pumas, Monterrey, Pachuca, por mencionar algunos. Sin eso, no hay futuro…

Mientras aquí para formar las reservas se hace un llamado para que muchachos de 17 años se presenten a probarse, en México ?al igual que en algunos países de Sudamérica- se trabaja con jóvenes desde temprana edad en busca de dos objetivos claros: 1) formarlo humana y deportivamente; 2) lograr una identificación con el club, que se sienta parte desde niño. Básicamente, son esos 200 partidos que Rubén Israel mencionaba que les faltaban a los jóvenes de aquí por no tener torneos de categorías inferiores a nivel clubes. Por supuesto, si además pretendemos comparar infraestructuras el resultado es todavía más desigual. México siempre tuvo como activos una población numerosa y un poderío económico descomunal, pero desde hace tiempo le ha sumado cierto orden en sus estructuras y mucho trabajo.

Una posibilidad es ignorarlos. La otra es seguir bromeando con el clembuterol. Pero lo más lógico sería empezar a aprender algunas cosas de ellos, aunque duela e hiera la autoestima.