Como era de esperarse, el verde no sólo del ?Tri?, sino de las butacas del TSM del Santos Laguna, predominó sin distinción en el Corona. ¿Azul y blanco? Imponente el de la bandera que ondeó al centro del estadio.
Sin embargo, en el sector llamado ?La casa del dolor ajeno?, bautizado así para los visitantes, se asomaron una hora antes del arranque el juego una docena de salvadoreños. Camisetas azules bien puestas y unos gorros alusivos a la bandera nacional los distinguieron.
Pero hubo uno, el infaltable que siempre sigue a la Selecta a todas partes, ?el Indio Cuscatleco? que llegó al Corona para hacer una gran representación del país. Con su traje, una vez más, llamó la atención de los locales y fue el centro de atención de medios, de hinchas que le pidieron una foto y del color que más llamativo en Torreón.
Las butacas del estadio se fueron poblando poco a poco. En las afueras, hasta una hora antes, el movimiento para ingresar al estadio era mínimo. Incluso, nada comparado con los revendedores o las ventas callejeras en el Cuscatlán, el comercio era mínimo.
A pesar de que significaba la tercera vez de la selección mexicana en esa ciudad, el público no terminó de responder como esperaban. Fue menos de lo que la misma Federación Mexicana de Fútbol planificó.
Las que no podían faltar, eso sí, eran las charras bien puestas de los aztecas y las bufandas con la bandera mexicana.
El clima jugó del calor al viento. Un cielo opaco que pintó para leve llovizna. Y una música que puso el buen ambiente en las tribunas.
La gente, como era lógico, se entusiasmó y aplaudió cada una de las jugadas de su selección. Ese mismo aliento que, a la distancia, miles de salvadoreños también le enviaron a la Selecta. Sin importar el resultado, el corazón se pintó azul y blanco en la afición, que en las buenas y malas no abandonó a su selección.