Volvía Arjen Robben a pisar el Bernabéu, esta vez como jugador del Bayern. Se encontró, de nuevo, con Iker Casillas. Y las pesadillas de aquel 11 de julio en Johannesburgo viajaron a través de la mente del holandés. Otra vez el ‘santo’ se interpuso en el camino hacia el gol. Pero, en esta ocasión, Robben se fue del campo con una sonrisa de oreja a oreja.
Era un día especial para el ’10’ del Bayern. Su salida amarga del Real Madrid suponía una motivación extra. Quería demostrar que se habían equivocado. De ahí que saliera con una intensidad y una participación destacada. Desde el primer minuto quiso el balón. Con la primera carrera demostró que estaba enchufado. Quería que fuera su día e iba a hacer todo lo posible para silenciar el Bernabéu.
Casillas 2, Robben 1
Pero no contaba con que bajo aquellos tres palos estaba un viejo conocido. En su primera acción en el área ya se encontró con aquella figura que le resultaba familiar. Debajo de la portería, donde sólo debía empujar el balón, Robben levantó la mirada y allí estaba. Otra vez, Iker Casillas.
Robben sí ganó el duelo desde los once metros. Faltó poco para estrellarse otra vez con el portero español, pero a Casillas no le bastó con tocar el balón. Arjen respiraba aliviado.
El meta volvió a desquiciar al extremo holandés al filo del descanso, cuando se estiró para desbaratar su buen lanzamiento de falta. Apenas otro cara a cara con el balón dividido que solventó el portero merengue y se acabó. No había revancha individual. Poco le importó a Robben que, en esta ocasión, la victoria colectiva, la que realmente importa, se la llevó él.