Conozco a “Chochera” Castillo desde 2001, cuando él inició su aventura como DT en el fútbol salvadoreño, y cuando curiosamente yo inicié mi camino en el periodismo deportivo. Lo considero al peruano una persona correcta, un caballero y un entrenador capaz, y de corazón deseo que le vaya bien como nuevo técnico de la Selecta. Si triunfa él, triunfaremos todos, los buenos, los malos y hasta los peores.
Pero el punto es que Alberto Agustín Castillo Gallardo no es mago. Y por más que sus intenciones sean buenas y que su calidad profesional tenga como producto cinco títulos en nuestro fútbol, todos con FAS entre 2002 y 2005, creo que su escogitación debe servir solo, nada más y exclusivamente como transición, como la compra de un tiempo de espera para reestructurar la casa.
La apuesta -entiendo, espero, ruego- es contratar a un entrenador que conoce el medio, para que saque lo mejor del fútbol salvadoreño en la Copa Centroamericana de enero en San José, Costa Rica, hacer una presentación digna, y para que sostenga la peña en 2013, año que -entiendo, espero, ruego- serviría para sentar las bases para una reestructuración total, plena, profunda, integral, del deporte que todos amamos en este país.
Si eso no ocurre, si seguimos igual, si la Fesfut no ordena este deporte junto a las ligas profesionales y otras fuerzas que deben aparecer, como la empresa privada, el Gobierno, afición e incluso periodismo… Si pensamos que “Chochera” llega con varita mágica, y solo porque conoce el medio hará milagros, estamos mal. Castillo no es hechicero para levantar este fútbol.
Muchos cuestionan: ¿Por qué el contrato solo por un año? ¿Por qué no una apuesta a largo plazo? En ese sentido, no creo que la apuesta de la Fesfut sea errada, siempre que no solo entregue el encargo a Castillo y se desentienda del asunto, sino que de verdad se meta de lleno a reformar el fútbol cuscatleco. En el camino, hay dos rutas que puede andar el peruano: Podría tener resultados malos (que no extrañarían a nadie, dado el poco tiempo de trabajo que tendrá hacia el primer torneo oficial en agenda); o podría tener resultados buenos.
En el primer caso, en diciembre 2013 la Fesfut podría revisar el trabajo de Castillo y abrirle la puerta a otro entrenador. En el segundo caso, podría escoger el brindarle confianza a “Chochera”, una confianza justa y granjeada por el rendimiento deportivo del peruano al frente de la Selecta.
El gran problema en todo esto es que ustedes y yo, amables lectores, sabemos que la Fesfut no está caminando la ruta hacia una reestructuración. No hay visos de esos, ni una señal hacia eso. Y también sabemos, ustedes y yo, amables lectores, que al final “Chochera” será medido por la vara de la Copa Centroamericana, apenas ya en enero, por muy injusto que parezca, por el factor tiempo que tiene en contra.
Y sobre esto último, doy un tip: no fallamos en clasificar a la Copa Oro desde 2005, y para no caer en ese desastre, Castillo debe asegurar de que la Selecta quede, por lo menos, en el quinto puesto en Costa Rica. Para lograrlo, no importa que pierda ante Honduras y Panamá sus primeros dos partidos, sino que, al menos, logre derrotar al tercer puesto del otro grupo, que previsiblemente serían Nicaragua o Belice, porque Guatemala y Costa Rica deberían copar las primeras dos posiciones.
O sea que, al final de cuentas, no importa que la Selecta de “Chochera” juegue feo o bonito, que sea mala o buena: Lo importa es que sea, por lo menos, quinta. ¿Es capaz Alberto Castillo de hacer que nuestros seleccionados logren, aunque sea, mínimamente, el quinto puesto? Esa respuesta definirá su gestión.