La Sub 17 partió con una ilusión hacia la Pentagonal de Uncaf, pero retornó con una desilusión al no lograr el objetivo de uno de los tres boletos en juego al Premundial 2013. Por si fuera poco, los juveniles estuvieron a punto de cerrar con las manos vacías, pero ganaron su último partido, lo que los salvó de volver derrotados, goleados y sotaneros.
La victoria ante Nicaragua, única del torneo, le permitió cerrar cuarta, pero sus números finales no fueron nada alentadores.
Lo positivo de este grupo es que hay jugadores con talento y habilidades naturales, a quienes no debe perdérseles la pista. Son una base que debe mantenerse para un futura Sub 20, tienen un proceso que debe continuar para no volver a ?reiniciar? de cero. Este plantel tiene un cimiento base, al que se le debe seguir la pista.
Aquí, un breve análisis de las debilidades que se observaron en los cuatro partidos de la Sub 17 en esta Pentagonal.
Fallas en definición:
Los números siempre son claros. Duelan o no, demuestran lo que se hace en la cancha y lo que se deja escapar. Para esta Sub 17, uno de sus mayores problemas estuvo en la definición, demostrado en que los goles no llegaran de delanteros. De ocho goles anotados, apenas uno (el último) fue de un atacante. El resto fue de volantes y defensas.
El fenómeno confirmó que a este equipo le hizo falta un delantero nato, alguien que fuera astuto, inteligente, con visión de ataque, que presionara. Eso afectó en gran medida, porque ni los titulares ni las variantes ofensivas, utilizadas en diferentes partidos, pesaron en la cancha a la hora de definir. Una carencia que, en definitiva, pasó desapercibida al armar este grupo.
Floja defensa:
Si el frente pasó desapercibido, la última línea de la Azulita nunca terminó de ser sólida. Los delanteros rivales fueron un dolor de cabeza para los chicos, que atrás no encontraron una virtud con la cual encararlos y frenarlos. Es de destacar el gran trabajo del central y capitán, Mario Jacobo, pero quien no tuvo a un mejor compañero a su lado en el cual apoyarse. Julio Sibrián intentó y puso su mejor esfuerzo, pero siempre quedó atrás, débil y flojo en las marcas personales. Por los carriles, el rendimiento no fue del todo malo, pero no terminó de sobresalir.
La comunicación con el guardameta, César Jerez, fluyó poco y no hubo total entendimiento. De ahí, surgieron errores en los goles recibidos (12 en total). Faltó quién guiara al grupo en ese sector.
Falta de rodaje internacional:
Esta juvenil tuvo amistosos con equipos del área y locales. Sin embargo, no fueron suficientes para apartar aspectos como el miedo escénico, el temor a no poder resolver un momento clave, a soportar la presión de un rival de mayor peso. Aspectos psicológicos que quedaron al descubierto en el desempeño en la cancha.
Este equipo necesitó fogueos con seleccionados de mayor peso, que les revelaran las verdaderas deficiencias y les mostraran sus cualidades. Tuvo apoyo por parte de la Fesfut y de Indes, pero no se alcanzaron a concretar ensayos de peso, o al menos de rivales que se sabía que podían haber sido determinantes en la madurez deportiva de este plantel.
El tiempo perdido…:
Recibió críticas el poco tiempo de trabajo de esta juvenil bajo las órdenes de Rugamas. La Azulita trabajó ocho meses, que a comparación al del resto de selecciones participantes fue demasiado corto. Los rivales llegaron a la Pentagonal con un proceso de dos años juntos, en términos generales. Sin embargo, no fueron en sí los escasos meses de labor los que no dieron frutos, puesto que los chicos estuvieron juntos a tiempo completo y, posiblemente, fue una ventaja que quizás los otros no gozaron. Fue en sí el tiempo perdido el que afectó a este plantel, al no explotar más a fondo las capacidades de los muchachos y ellos guardarse sus mejores habilidades. La mala planificación con este grupo afectó para que se quedaran con las manos vacías, por suerte rescataron la victoria de su último compromiso.
Ausencia de un líder:
A este seleccionado le faltó un hombre que supiera dirigir al grupo, tomara iniciativa, lo moviera dentro y fuera del campo. Un líder que se echara al equipo al hombro y buscara levantarlo y sacarlo adelante cuando se caía moral y deportivamente. Sobre todo en esos instantes en que las desconcentraciones dieron paso a que se dejaran escapar resultados de las manos, y donde faltó carácter y ganas de volver a darle vuelta a los marcadores.
Se echó de menos también a un verdadero creativo. Fue Óscar Acevedo el de mayor rendimiento, el que bajaba, buscaba, peleaba, controlaba y servía balones, pero no siempre obtuvo respuesta o acompañamiento en sus acciones. Pudo ser un buen guía, pero le falta madurar más.
Cero torneos para bases:
A pesar de que este no es un problema del que tenga culpa directa la Sub 17, lo involucra al contar con pocos juveniles que estén en ligas profesionales. La mayoría pertenecía a Adfas, donde la competencia no tiene un nivel fuerte o que prepare al jugador para un escalón como selección. La mayoría pertenece a cuadros de esa categoría y quedaron relegados al banquillo.
Es de destacar que el mejor aporte vino de los que están en Tercera y Segunda División (Turín-Fesa y Topiltzín; y Marte Soyapango), y en las reservas (FAS), todos titulares indiscutibles en la Pentagonal. Además, la contribución del portero que pertenece a Chivas USA Academy. El resto no gozó de confianza, porque su calidad mostrada en la cancha no fue la idónea.
¿Qué se rescata?
A pesar de que el panorama no fue satisfactorio, no todo fue negativo. Hay que destacar un par de puntos: las individualidades, el crecimiento con el avance de los días y un mediocampo sobresaliente. Hay que mencionar que despuntaron figuras que hicieron un gran trabajo y destacaron en la cancha. Su inteligencia y capacidad con el balón tienen que seguirse puliendo, porque tienen madera. Además, se demostró la faena y la buena ?mano? de Fesa en jugadores como Acevedo, Amaya y Barahona, quienes poseen una capacidad que debe ser explotada. Finalmente, la convicción de entregarse por el país, como el caso de Jerez, que es estadounidense de padres salvadoreños, y la unidad y aceptación de un grupo que siempre pateó para el mismo lado.