La primera conclusión después de la semana negra de los equipos salvadoreños en la Concachampions ?tres derrotas, 15 goles en contra, 3 a favor- no cambia de lo que pensaba hace seis meses o un año: los equipos salvadoreños ?prefiero repetir la palabra equipo porque me niego a llamarlos clubes- son muy inferiores a los de México y la MLS. Y los resultados que se dieron son un fiel reflejo de eso. Así de simple.
Sin embargo, por momentos tratamos de buscar otras razones para no enfrentarnos a la cruda realidad. Y entonces, pensamos que la culpa es del viaje, de que no descansaron mucho o de que existe una conspiración arbitral? Incluso, aún en la desgracia de la derrota, nos cae mejor la idea ?a modo de consuelo- de que ?hubo algo raro?, de que quizás se dejaron ganar, a reconocer la superioridad del rival.
Todas esas razones, excepto la última, que no la creo, pueden tener alguna influencia. No lo niego. Ni hablar del viaje del Águila a Toronto, donde los jugadores tuvieron que dormir la noche previa al juego en el aeropuerto y llegaron horas antes del partido. Pero estoy casi convencido de que si viajaran como corresponde, los marcadores serían igual de abultados.
A cada salida al exterior de los equipos locales le corresponde su respectiva goleada. El problema se da, casi en la totalidad de los casos, en los partidos de visitantes. Habitualmente cae un gol rápido ?en los seis partidos disputados hasta aquí, los salvadoreños han recibido un gol o más antes del 25?-, y luego viene la catarata. Águila fue un desconcierto total y Metapán entró dormidísimo, con la suerte de que no le anotaron en los primeros 3?, donde le generaron tres ocasiones claras de gol. Pierden las marcas, pierden la fe? y lo que sigue es inevitable. Los partidos se hacen interminables, el físico no aguanta y la goleada cae por su propio peso.
De local, las diferencias no son tan exageradas. Es cierto que FAS perdió con el modesto Houston Dynamo, pero lo hizo porque pagó carísimos sus despistes defensivos y su falta de contundencia en ataque. Entre que a veces los clubes rivales envían equipos no tan fuertes, lo que pueda intimidar el estadio y los planteos no tan ambiciosos del adversario, todo tiende a emparejarse cuando se juega aquí. Metapán, de hecho, en la edición pasada le ganó a Santos Laguna ?con muchos suplentes- y también a Pumas ?con casi todos sus titulares-. De visitante, mejor no recordar?
La verdad es que, aparte de algún milagro que pueda darse, lo más normal es que un club mexicano ?y en menor medida de la MLS- le gane con amplitud a uno salvadoreño. Lo raro es que fuera al revés. Los mexicanos trabajan por lo menos cuatro veces más que nosotros en generar jugadores, diez veces más en capacitar entrenadores y treinta veces más ?ayudados por su dinero- en conseguir refuerzos extranjeros de primerísimo nivel. Lo mismo, aunque cambiando algunas cifras, aplica para la comparación con la MLS, con algunos equipos que no deslumbran pero con el poder adquisitivo como para contratar a un David Beckham que a sus 37 años no pierde su buen pie.
Está claro que no hay una fórmula para evitar el papelón cuando se va a jugar al Norte. O al menos no hay una que funcione. Han venido goleadas con planteos conservadores, donde las frases más repetidas son ?les faltó actitud?, ?entraron derrotados antes de empezar? o ?su único objetivo es perder por poco?. Y también otras goleadas con esquemas algo más osados, donde la crítica pasa por ?¿cómo le vas a ir a jugar de igual a igual?? No es que los equipos salvadoreños bajen el nivel cuando salen a jugar afuera, simplemente quedan retratados ante un fútbol más veloz, más profesional y mucho mejor preparado, algo que en la competencia interna no es tan evidente ni quedan tan expuestos.
No hay una solución mágica, ni la reacción debería ser dejar de participar ?como sugieren algunos- para evitar el papelón. En todo caso, en el corto plazo habrá que aprender de los errores, reforzarse mejor y elevar el nivel de profesionalismo. Aunque la verdad, hasta que los equipos no se conviertan en clubes y funcionen como tales ?aquí viene el largo plazo-, cualquier aventura tendrá tintes quijotescos.