Si viaja hacia la zona oriental del país, en más de una ocasión habrá visto a un grupo de señoras de piel morena, curtida por el sol, con un delantal y portando un guacal para ofrecer a gritos carne a los pasajeros que circulan en buses o automóviles particulares.
Como si se tratara de una maratón, cerca de 15 vendedoras corren tras las buses o carros que se detienen sobre la carretera Panamericana, en el desvío hacia San Vicente.
No importa la hora del día, en la mañana, al mediodía o la tarde, ya que siempre están listas para ofrecer a los comensales tortillas calientitas y un trozo recién asado de carne.
Si lo prefiere puede acompañarlo de una tajada de limón, cuajada y un refresco de horchata.
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Para los viajeros que se transportan en bus, es una oportunidad para saciar el hambre, que provoca un viaje de entre una o tres horas hacia cualquier destino del oriente del país.
“No hay nada más sabroso que comer un pedazo de carne de res o cerdo calientita, acompañada con unas tortillas recién salidas del comal y, lo mejor de todo, es que la venden a un dólar”, dijo René Rauda, quien viajaba hacia Santa Rosa de Lima, en La Unión.
Muchas mujeres, a pesar de su edad, exhiben sus habilidades físicas para subir por las puertas delanteras o traseras a las unidades de transporte.
Esta experiencia y resistencia, es resultado de muchos años de dedicarse a esta labor.
Sin embargo, hay algunas que ya no tienen las energías para hacer esta rutina, pero siempre se mantienen pendiente de los clientes con sus asadores en mano, esperando que los carros se detengan para ofrecer las carnitas.
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Recuerdos del pasado
Blanca Idalia Martínez de Flores, es una señora de casi 60 años, quien desde que era una niña acompañaba a su madre a vender carne en el desvío a San Vicente. En ese entonces, las raciones de carne, siempre acompañadas de tortilla, valían 25 centavos de colón.
“Recuerdo que antes el movimiento del comercio era más intenso y la jornada de trabajo iniciaba antes de las 5 de la mañana y terminaba a las 5 de la tarde, incluso no descansábamos ni cuando habían tormentas, siempre estábamos listas para vender carne”, dice la comerciante, quien ha logrado sacar adelante a su familia con este negocio.
Dedicarse a este trabajo, no es para cualquier persona, ya que muchas mujeres han sufrido accidentes al caer de los buses, incluso han sido asaltadas, o intimidadas por conductores.
Sin embargo, ninguna pierde el entusiasmo por vender las porciones de carne a los posibles comensales.
“Va a querer carnita de cuche o res, se la llevamos calientita, aproveche que es de un dólar con sus tortillas”, dicen los gritos de las vendedoras.
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Una de las anécdotas populares, que siempre esta en la mente de los clientes, es la referente a que la carne que venden en este lugar es de “chucho”.
Este mito se originó, según las vendedoras, porque en esta zona, casi siempre habían perros atropellados y de un momento a otro desaparecían los cadáveres de la calle.
Sin embargo, esto se debía a que los retiraban para enterrarlo y eliminar el mal olor.
“De vez en cuando hay algunos compradores que nos preguntan, si es carne de perro, pero nosotras les decimos que no”, dijo la señor de Flores.
La próxima vez que circule por esta zona, no dude en tomarse un par de minutos y probar la de carne que venden en la carretera Panamericana, en el desvío hacia San Vicente.