Formando mentes creativas

En los países desarrollados, al tiempo que se trasmite información se inculca el interés por descubrir, por investigar, por aportar algo más de lo que ya se conoce.

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Domingo Méndez, Luis Mario Rodríguez y Roberto Burgos.

/ Foto Por EDH

Por José Sifontes*

2016-12-02 8:56:00

Resulta irónico que Suiza produzca los mejores chocolates del mundo siendo un país que no cultiva cacao. El cacao es de origen mesoamericano y sería más lógico que fuéramos nosotros los mejores productores de chocolates a nivel mundial. O los africanos que actualmente son los mayores exportadores de materia prima. Pero la lógica va por otro camino, por el del conocimiento, la creatividad y la preparación necesaria para estar listos y obtener resultados cuando la oportunidad se presenta. Fueron el suizo Rodolphe Lindt y el germano-suizo Henri Nestlé quienes desarrollaron el chocolate como ahora lo conocemos, uno con una máquina pulidora que eliminaba los componentes ácidos y los aromas no deseados de los derivados directos del cacao, y otro combinándolo con una leche en polvo de su invención. Entre ambos consiguieron darle al chocolate la textura y sabor que con el tiempo deleitaría a todo el planeta.

¿Por qué unos europeos? Simplemente porque estaban preparados, porque supieron darle valor agregado a algo que hasta entonces era solamente una bebida artesanal extraída de una planta exótica que se cultivaba al otro lado del mundo. ¿Por qué no nosotros, los mesoamericanos? Porque no teníamos la preparación ni la visión para ir más allá de unos pequeños pasos en la transformación de los elementos primarios. Esta es la gran diferencia. Unos se afanan por descubrir e inventar y otros se conforman con obtener lo que los otros han inventado o descubierto.

Los Estados Unidos es el país que produce la mayor cantidad de inventos y descubrimientos en el planeta, le siguen los países europeos y, ahora, los orientales. África y Latinoamérica van quedando a la zaga a este respecto. La diferencia está en la formación educativa que se recibe. Nosotros somos consumidores de conocimiento y de tecnología pero no las producimos. En las escuelas se enseña únicamente a absorber este conocimiento, y con suerte éste se absorbe bien. En los países desarrollados, al tiempo que se trasmite información se inculca el interés por descubrir, por investigar, por aportar algo más de lo que ya se conoce. El estudiante aprende e investiga al mismo tiempo, ambas cosas son partes esenciales de su formación. Y así se va desarrollando una actitud especial y la percepción de que los inventos y los descubrimientos no son inaccesibles, que están al alcance de todos si se pone suficiente esfuerzo y creatividad.

Algunos creen que en materia científica y tecnológica no podemos aportar pues estamos a años luz de los países desarrollados. Que no tenemos ni la infraestructura ni los equipos para hacer investigación de alto nivel. No es necesariamente así. Aunque no se tengan infraestructura ni equipos sofisticados, la investigación, las invenciones y los descubrimientos siempre son posibles. En esto siempre es más útil una mente creativa que un equipo de alta tecnología. El descubrimiento de los factores de riesgo cardiovascular no se produjo en laboratorios con grandes paneles de luces centelleantes sino que provino de un grupo de investigadores trabajando en un pequeño pueblo de Massachusetts. El Velcro fue inventado por George de Mestral después un paseo en el campo y notar mozotes en sus pantalones. La salsa Perrins, como escribí en un artículo anterior, se inventó en una farmacia.

En la invención o descubrimientos de algunas cosas sin duda ha intervenido la suerte, pero no olvidemos la sabia sentencia que dice que la suerte favorece a las mentes preparadas. 

*Médico psiquiatra
y columnista de El Diario de Hoy