Era un frío día de invierno de 1958 cuando los gritos de Fidel Castro resonaban en el campamento rebelde de la guerrilla cubana en Sierra Maestra: “¡En cuanto llegue lo fusilo! ¡Me importa un carajo que sea mi hermano! ¡Lo fusilo!”, dijo refiriéndose a Raúl, su hermano menor.
La razón de tan drástica e impulsiva decisión la relata el periodista español Enrique Meneses en su obra póstuma, Fidel Castro, patria y muerte.
Meneses, quien falleció en 2013, pidió que esta biografía del líder cubano no se publicara sino hasta después de la muerte de Castro, cosa que ocurrió el pasado 25 de noviembre, permitiendo que esta obra pudiera ver por fin la luz.
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Fue Celia Sánchez, una guerrillera muy cercana a Castro quien lo calmó y a la larga lo hizo cambiar de parecer. Pero, ¿qué había provocado aquella reacción de Fidel?
Meneses explica en su obra que pasó un total de cuatro meses acompañando a los guerrilleros en su avance contra las fuerzas del régimen de Fulgencio Batista.
Fidel le pasó el relevo de poder a Raúl en 2008. Los hermanos se mantuvieron juntos hasta el final.
Al parecer, Raúl Castro y el guerrillero Ernesto ‘Che’ Guevara intercambiaban por aquellos días una prolífica correspondencia sobre teoría marxista, al grado que una de las cartas cayó en manos del Ejército de Batista, la que posteriormente fue utilizada como argumento de que los revolucionarios planeaban imponer un régimen comunista en la isla.
Luego de una tremenda discusión, Fidel convenció a su hermano a cortar por lo sano el intercambio de cartas con el ‘Che’, que remató con una frase contundente: “¡Odio tanto el imperialismo yanki como el soviético! ¡No estoy rompiéndome los cuernos luchando contra una dictadura para caer en otra!”.