Un dictador más

Es preocupante que gobiernos que se dicen llamar democráticos y han jurado proteger estos valores liberales reconozcan al dictador más veterano de América Latina como un ejemplo a seguir.

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El principal atractivo de la decoración navideña es el enorme árbol de navidad.

/ Foto Por Marlon Hernández

Por Andrés Betancourt*

2016-12-06 8:46:00

La muerte de Fidel Castro ha generado diversas reacciones alrededor del mundo. Unos lloran y otros celebran el fallecimiento de uno de los dictadores más controversiales de la era moderna. Sin embargo, lo que debería de ser la simple partida de una figura histórica, se ha vuelto un homenaje idólatra que manda un mensaje preocupante a todos aquellos que viven y disfrutan de una sociedad pos Guerra Fría.
 
El récord de Castro habla por sí mismo. Fue un revolucionario exitoso, combatió al denominado Imperio, dirigió a Cuba durante un periodo difícil y causó más de una crisis mundial en la región. Su figura se volvió un símbolo para muchos confusos y su retórica un susurro en el oído de aquellos que buscaban ser encantados. Fungió como el tercer brazo de la Unión Soviética en el continente, patrocinando conflictos y revoluciones a medias, que al fin y al cabo resultaron en más violencia y vidas perdidas. En casa gobernó con mano dura por más de medio siglo. Reprimió a todo aquel que le contradijera, muchas veces frente al batallón de fusilamiento. Exilió, encarceló y silenció a su propio pueblo, privándoles de sus derechos civiles y políticos. A la vez, aunque más difícil de comprobar, Cuba mostró avances en los ámbitos de educación y salud pública, en medio de una economía primitiva y estancada.

En El Salvador, el fallecimiento de Castro generó, dentro de las autoridades de gobierno, más luto que las decenas de compatriotas que pierden su vida a diario. Altos funcionarios de la izquierda se pronunciaron al respecto describiendo al comandante cubano como un luchador por la “justicia, dignidad y fraternidad”; un maestro, una guía y un ejemplo a seguir cuyas enseñanzas “no quedarán en el olvido” y su obra “seguirá y se hará más grande”. Líderes y gobernantes latinoamericanos tuvieron una reacción similar, honrando a una especie de héroe mesiánico e ignorando sus otras acciones. 

Claramente, ante los ojos de la izquierda latinoamericana, Castro es una figura de gran relevancia moral. Su legado de muerte y supresión es, aparentemente, justificable y admirable. La búsqueda de un  summum bonum, un bien supremo, a través de la fuerza es una enseñanza valiosa y digna de repetir. Asimismo, para aquellos que lo admiran, el fin justifica los medios y la lucha por una supuesta justicia social es absoluta,  incluso si a través de dicha lucha la misma justicia social de la mayoría se ve comprometida.
 
La reacción de dichas personalidades no debería de ser sorpresa si viviéramos aún en la Guerra Fría. No obstante, los tiempos han cambiado, y tanto la izquierda como la derecha han decidido adoptar un modelo de gobierno liberal, democrático y pluralista. Por ende es preocupante que gobiernos que se dicen llamar democráticos y que han jurado proteger estos valores liberales, reconozcan al dictador más veterano de América Latina como un ejemplo a seguir. ¿Hablarán de seguir su persecución a la libre prensa? ¿O de su iniciativa de no celebrar elecciones? La lista de acciones es larga y peligrosa…

De la misma manera, el homenaje de los líderes latinoamericanos da la impresión de que la izquierda sigue cegada por una doctrina fallida, que prohíbe la coexistencia del Estado con las libertades individuales de los ciudadanos. Una doctrina que supuestamente se abandonó tras la caída del Muro de Berlín, marcando el inicio de una nueva era. Por lo cual, el retorno de la noción de dicha doctrina, con la muerte de Castro, compromete la esencia de los avances democráticos que hemos visto hasta ahora.
 
Indudablemente Castro fue un líder de gran trascendencia histórica y hay que verlo y recordarlo como tal. Está de más en una sociedad del Siglo XXI tomar a un dictador como referencia, ejemplo y guía político. Tuvieron que venir líderes como él, responsables de tanto conflicto y sufrimiento, para darnos cuenta que la democracia es la única manera de avanzar hacia una sociedad más libre y justa.
     

*Estudiante de Economía
 y  Ciencias Políticas