Que va a acabar con las pandillas salvadoreñas en Estados Unidos, declaró el presidente electo Donald Trump, al tocar un creciente problema no sólo de su país y de toda la región, sino más y más del mundo entero.
Las pandillas son una de las nefastas consecuencias de la agresión comunista de los setenta y ochenta, causante de un éxodo masivo de salvadoreños y centroamericanos al norte, del retroceso de la economía salvadoreña en más de cuarenta años y de la mentalidad de desacato a la ley y el resquebrajamiento de la autoridad y de las instituciones.
El “fruto” de esos horrores, como lo dijo una de las principales figuras del efemelenismo, es que “ya estamos en el poder”…
Es cuestionable si puede erradicarse o reducirse en algún grado importante el morbo en Estados Unidos e irlo extirpando donde ahora inicia, como España e Italia, mientras parte de la pústula continúe intacta aquí en El Salvador y Centroamérica.
Las bandas criminales han ido en crecimiento debido principalmente a la incapacidad de los grupos y funcionarios a cargo de la seguridad para dar forma a estrategias efectivas en la lucha contra la violencia, tácticas que se derrumban a causa de los acercamientos con las pandillas para usarlos en períodos electorales.
A lo que se agrega otro factor muy negativo: no puede ordenarse un país si sus mismas autoridades continuamente chocan con los responsables de velar por la ley, los miembros de la Sala de lo Constitucional y con todo el sistema jurídico, al que juran echar abajo para instaurar el “modelo cubano” es nuestro suelo.
Es imposible sostener el Orden de Derecho y lograr paz social al mismo tiempo que se propaga el odio de clases.
Las pandillas, al igual que el marxismo y las sectas fanáticas de toda naturaleza, se mueven para establecer un esquema esclavista, donde una clase privilegiada –el pequeño grupo de ladrones que dispone de lo que hace el resto, como lo dijo el cardenal Rodríguez Maradiaga– transformándose en malignos déspotas.
Y es precisamente lo que hacen las pandillas, que asumen un poder de vida y muerte sobre sus miembros menores, la carne de cañón como fueron los samuelitos para los efemelenistas durante la guerra, al extremo de disponer de su tiempo, su vida y sus mujeres, el producto de sus extorsiones y pillajes, ordenarles perpetrar atrocidades y que carguen con las consecuencias de sus actos.
Un descalabro en El Salvador
afectaría de nuevo la región
El presidente electo Trump debe darse cuenta de que un colapso institucional, económico, productivo de El Salvador y la región, como más y más parece probable, tendría gravísimas consecuencias para la seguridad y estabilidad de todos.
Como ha sido el caso históricamente. Cuando en la antigüedad una región sufría una hambruna, o era invadida por fuerzas hostiles, las poblaciones desplazadas se movían a conquistar a sus vecinos más débiles o asentados.
Ese fue el origen de las invasiones bárbaras sobre Europa a causa de una grave desestabilización en los Urales…
Y es lo que sucedió con la brutal agresión comunista en El Salvador y Centroamérica y puede ocurrir en Colombia si se firma un pacto con los narcoterroristas de las FARC, aliados del efemelenismo.
Se dice que raras veces surgen conflictos entre democracias, con excepción de los causados por la barbarie interna.