Después de los Acuerdos de Paz mucha gente pensó que en el conflicto no había habido ganadores ni perdedores. El FMLN, que durante la guerra entera había demostrado que luchaba por establecer un régimen comunista y por hacer prevalecer los intereses cubanos de pronto, cuando la Unión Soviética cayó, cambió a decir que en realidad había luchado por establecer un régimen democrático, basado en el imperio del derecho, como quedó consignado en dichos acuerdos.
Con el tiempo, sin embargo, hay dos cosas que han ido quedando claras. Primero, que en realidad el FMLN perdió la guerra, y que su supuesto apoyo al establecimiento de un régimen democrático y del derecho fue nada más un truco, un cambio de táctica, la traslación de la guerra al terreno político dejando como fin último la eliminación de la democracia y el derecho para establecer un régimen tiránico controlado por las elites del FMLN. Segundo, ha quedado clarísimo que el FMLN nunca fue un proyecto orientado hacia el pueblo salvadoreño; siempre fue un proyecto personal para satisfacer el deseo desmedido de las elites del partido de figurar y obtener el poder total, político y económico.
Esto ha sido confirmado una y otra vez. En el congreso del partido llevado a cabo hace un año, volvieron a afirmar que la revolución rusa de octubre de 1917 sigue siendo su inspiración, que quieren establecer una economía sin propiedad privada, y que quieren obtener el poder total para ya no soltarlo jamás.
Todos estos eran los objetivos que el FMLN había tenido durante la guerra, y fue por esos objetivos que Fidel Castro los apoyó hasta que el comunismo cayó en el mundo entero excepto Cuba y Corea del Norte. Sólo fue en ese momento, cuando fueron derrotados en la guerra, que trataron de decir que habían ganado porque lo que habían querido era la democracia. Sólo fue un momento porque inmediatamente después de firmar la paz se pusieron a erosionarla con un partido que ha trabajado y sigue trabajando para subvertir el orden constitucional del país para poder adquirir el poder total para el FMLN.
Poco a poco el FMLN ha ido infiltrando a todas las instituciones democráticas del país, incluyendo a todos los partidos de oposición, para que, con un método u otro, con seducciones o amenazas, con promesitas o promesotas, todas hagan lo que el FMLN quiere que hagan en contra de los intereses del país. Así, el FMLN y su gobierno logran conseguir todo el dinero que necesitan para su proyecto de eliminar la democracia, sin tener que ceder a siquiera una condición, sin tener siquiera que presentar un presupuesto que diga la verdad, y sin tener que negar que el presupuesto es mentiroso en el proceso seguir amenazando a magistrados y fiscales. El FMLN ha corroído las bases mismas de todos los partidos y las instituciones que podrían oponérseles.
Ahora quedan sólo dos instituciones que defienden el imperio de la ley y los derechos inalienables de los salvadoreños: la Sala de lo Constitucional, que ha venido haciéndolo desde hace varios años, y la Fiscalía General de la República, que lo ha comenzado a hacer hace unos meses. Es ahora contra ellas que el FMLN y su gobierno están dirigiendo todos sus ataques, porque saben que es allí, sólo allí, y en los periódicos, en donde todavía existe el deseo, el valor y la capacidad de defender los ideales y las realidades de nuestra democracia.
Sin enfrentar ninguna oposición, el presidente de la república, sus funcionarios, y el FMLN siguen tratando de intimidar a la Sala y a la Fiscalía, demostrando así una vez más que sus objetivos nunca han sido la democracia y el imperio del derecho que dijeron apoyar al estar vencidos al final de la guerra, sino el establecimiento de una tiranía como la cubana y la venezolana, que ellos siguen declarando admirar. Para ellos, los Acuerdos de Paz fueron la Gran Mentira, la Gran Hipocresía que necesitaban construir para seguir erosionando la democracia. El pueblo salvadoreño no puede dejar que sigan acosando a la Fiscalía y a la Sala para lograr destruir la Constitución que en realidad siempre han querido destruir.
*Máster en Economía, Northwestern University. Columnista de El Diario de Hoy.