Antes de 1993, las mujeres eran las “nanitas” de los policías.
Las “nanitas” se encargaban de la limpieza y de la cocina dentro de los cuarteles de la antigua Policía. Era la única forma que las mujeres podían entrar a la institución, recuerda la comisionada Margarita Rivas, de la Subdirección de Seguridad Pública de la Policía Nacional Civil (PNC).
“Hoy la mujer cumple un papel muy importante dentro de la corporación policial, donde hay muchas oportunidades de capacitarse para integrarse a cualquier unidad de la Policía”, indicó la jefe policial.
Para este reportaje convivimos con un grupo de 30 mujeres de la División de Tránsito Terrestre de la PNC de San Salvador. A petición de ellas y, por la inseguridad que vive el país, no publicamos sus nombres reales. Ellas son parte de 300 mujeres a nivel nacional que trabajan en la seguridad vial.
Todas ellas conducen motocicletas como parte de su trabajo. Y son motocicletas grandes, de hasta 750 centímetros cúbicos. Antes de salir de su base motorizada, en donde comparten espacio con hombres compañeros de trabajo, revisan sus motos.
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“Vemos que las llantas estén bien, que no tengan fugas de aceite y que esté a su nivel. Los frenos también se revisan y aunque la moto este nueva o se vea en muy buen estado nosotras no nos confiamos, siempre las revisamos, porque es nuestra vida la que arriesgamos”, dijo una de las motorizadas.
Entre los conductores tienen la reputación de no perdonar ni una sola esquela. Viajan a diferentes carreteras del país en donde revisan con láser que los automotores que no rebasen los limites de velocidad que indican los rótulos de tránsito. Verifican documentos de tránsito y que el equipo de los automóviles cumpla con el Reglamento General de Tránsito como, por ejemplo, llevar conos de seguridad para parar en carretera, cadena, extintor y la “mica”.
Comentan que hay conductores que las tratan amablemente, con el propósito de evitar una sanción de tránsito, pero ellas muy respetuosamente le explican al motorista de la unidad que ellas solo cumplen con su trabajo. “Nosotras no ponemos una multa solo por hobbie o pasatiempo. Si amonestamos a alguien, sea hombre o sea mujer, es porque se cometió una infracción”, comentó Patricia (nombre irreal).
Agrega que les toca lidiar con muchos conductores violentos y algunos hasta les rompen frente a ellas las esquelas. Pero eso, dijo Patricia, “no nos quita el sueño.
Tratamos de hacer bien nuestro trabajo y no dañar a nadie. Tratamos bien al conductor y, si podemos, hasta damos consejos. Nos apodan las trenzudas porque somos ‘yucas’”.
Y es que ciertamente, muchas de ellas tienen cabellera larga que acomodan en una trenza que sobresale del casco de motociclista.
Hace unos meses varias mujeres policías donaron su cabello para elaboración de pelucas para mujeres que han perdido su cabellera por la quimioterapia contra el cáncer.
El trabajo resulta estresante por los horarios; laboran siete días y descansan igual número. “A veces entramos de madrugada y regresamos de madrugada por los largos corridos que se hacen”, explica una de ellas.
Por la naturaleza de esos turnos, deben vivir en su base, que está equipada con dormitorios que comparten hasta con seis agentes.
Entre este grupo de mujeres algunas de ellas tienen hijos y están casadas; otras estudian en diversas universidades carreras que se esfuerzan por terminar. Y otras tienen sus propios negocios para obtener un ingreso extra.