Las bases de la prosperidad

En un tiempo en que la industrialización estaba apenas en sus inicios sorprende el alcance de mira de Adam Smith. Obviamente no cubrió mucho de lo que ahora es una compleja ciencia, la Economía, pero señaló el camino. 

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Sebastián "El loco" Abreu, celebra uno de los tres goles anotados al ??guila en el estadio Las Delicias.

/ Foto Por Jessica Orellana

Por José Sifontes*

2016-12-16 7:56:00

El ser humano es imperfecto, pero con destellos de perfección. Es capaz de cometer actos muy crueles, y también de obras de amor que llegan a lo sublime. En sociedades con individuos imperfectos pero con el potencial de hacer grandes cosas ¿cuál es la mejor forma de organización de la sociedad que, ante la realidad humana, saque lo mejor de sus miembros?

Adam Smith, el padre del liberalismo económico, reconoció esta naturaleza dual y observando la conducta social propuso sus ideas en La riqueza de las naciones, su obra monumental. Christiane Zschirnt, en su libro Todo lo que hay que leer, nos habla de su forma de ser y de su pensamiento. Smith fue un hombre honesto. Era maestro de Filosofía Moral (aún no existía el término Economía) en la Universidad de Glasgow. Un día, a medio curso, llevó a clases unos sobres. Dijo a sus estudiantes que dejaba su puesto porque había sido contratado como tutor de un noble. En esos tiempos (siglo XVIII) se acostumbraba que los estudiantes pagaran directamente a sus maestros. Los sobres contenían el dinero que los estudiantes le habían pagado y los llevaba para devolvérselo por no haber terminado el curso. Los estudiantes rechazaron la devolución, diciéndole que con lo que ya les había enseñado se cubría con sobra el pago. Ante su insistencia no pudieron más que aceptarlo de mala gana. Así fue el hombre que creó las bases filosóficas del capitalismo y dio origen a las ciencias económicas. Son tres las bases de la doctrina de Adam Smith: el liberalismo económico, la idea de la “mano invisible” y la división del trabajo. Adam Smith era de naturaleza bondadosa y distraída pero eso no fue obstáculo para reconocer que en el hombre existe una esencia egoísta que lo lleva a buscar su propio beneficio y progreso. Este egoísmo, sin embargo, no es malo pues el individuo al trabajar por sus propios intereses beneficia al conjunto. La búsqueda del progreso particular crea orden y beneficia a la sociedad en general. Si una persona tiene éxito en un negocio crea empleos, compra materias que otros producen y promueve la prosperidad de todos. 

El otro elemento de su doctrina es lo que se conoce como “la mano invisible”. El mercado se regula por sí mismo, sin necesidad de influencias externas. Esta autorregulación se debe en parte a la oferta y la demanda, que equilibra los precios. Si se deja que los emprendedores actúen con libertad y que compitan, la mano invisible hará que las fuerzas del mercado se regulen entre sí, creando balance. Los detractores de esta idea dicen que un mercado absolutamente libre conlleva riesgos, que hay que regular de alguna forma, y ponen de ejemplo los descalabros surgidos cada cierto tiempo en las economías de mercado. Podría objetarse, sin embargo, que estos descalabros surgieron, no del Laissez faire, sino precisamente porque no se dejó que el mercado actuara con completa libertad. Finalmente está la división del trabajo que Smith ejemplificó con simpleza admirable. Si un solo trabajador fabrica un tipo de objeto de principio a fin conseguirá producir solo unos cuantos, pero si laboran coordinadamente varios trabajadores, haciendo cada uno una parte, se producirán miles.

En un tiempo en que la industrialización estaba apenas en sus inicios sorprende el alcance de mira de Adam Smith. Obviamente no cubrió mucho de lo que ahora es una compleja ciencia, la Economía, pero señaló el camino. 

*Médico psiquiatra y columnista de 
El Diario de Hoy.