El lado oscuro de Mr. Smartphone

Levanten la mano los que lo primero que hacen al despertar es ver cuantos WhatsApp cayeron durante la noche, y qué pasó en el planeta Facebook mientras dormían. ¡Uyy cuántas manos!

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El niño demuestra tener habilidad hasta para cabecear el balón de fútbol a pesar de sus limitaciones.

/ Foto Por René Estrada

Por Carlos Alfaro Rivas*

2016-12-19 9:41:00

El inicio de la generación millennial coincidió con la incorporación, al teléfono móvil, de wifi, sistemas operativos (como Android y IOS), mágicas apps, cámaras de óptima resolución, entre otras funciones.

Quién hubiera pensado, allá por 1985, que esta innovación tecnológica iba a tener semejante impacto en la vida, no solo de los millennials, sino de los X, los baby boomers, los Z’s y las generaciones que están por nacer.

Levanten la mano los que lo primero que hacen al despertar es ver cuantos WhatsApp cayeron durante la noche, y qué pasó en el planeta Facebook mientras dormían. ¡Uyy cuántas manos!

Adicción. Eso se llama adicción. 

Al igual que el ejercicio, chupar, fumar y chivear, el ping que anuncia la llegada de un chat, produce dopamina, un dardazo químico que, al impactar el cerebro, nos hace sentir bien. Pero ver la pantalla antes de darle los buenos días al cuerpo que tenemos a la par es un abuso.
También es un abuso, y una malcriadeza, a media reunión pretender que estamos mandando un mensaje importante, cuando la realidad es que estamos chateando.

Antes del smartphone, en lo que esperábamos a los que siempre llegan tarde a la reunión, fortalecíamos la relación charlando sobre esto y aquello. Ahora, todos clavados en el teléfono, y no decimos ni pío hasta el primer punto de agenda.

¿Qué piensa usted? Uso o abuso estar físicamente en el restaurante, pero mentalmente en Instagramland, y que la primera reacción en el aquí, sea subir al ‘Feis’ la foto de lo que nos vamos a tragar.

Yo nunca lo he hecho, pero los generación X a cada rato. Y a cada rato ingresan en su cuenta para ver cuantos likes y comments han cosechado. 

 Y no solo comida. La vida también se ve maravillosa en otras fotos que subimos a Facebook. Pero ¿qué sucede cuando los posts pasan como si fuesen un barco en noche sin luna? Éxtasis cuando hay lluvia de comments, truenos de shares y vientos de likes; depresión cuando la manita ni se asoma.

Muchos psicólogos, claros que entre más Facebook más depresión, están pupusos de pisto tratando cipotes con la autoestima por los suelos. Enseñándoles a no refugiarse en su móvil cuando sube la bilirrubina. Aconsejándoles a que mejor se desahoguen con una persona de confianza. Orientándoles a que muevan el esqueleto para purgar la tensión. Pongo mis manos al fuego por la efectividad de esta última recomendación.

Irrefutable es el poder del aparato inteligente, omnipresente en un número ascendente de bolsas y carteras de todo tipo de gente. Además de fotos, chats y posts, nos indica la ruta más corta, nos da la hora, pita a cada rato, toca musicón (Palpary en Spotify, lo máximo), bota gobiernos podridos, le enseña a cocinar al más burro, a estirar a la más tiesa, nos ahorra el viaje a la tienda y al Selectos, leemos cualquier periódico, es nuestra secretaria, alumbra la chapa… Ah, y también nos permite hablar por teléfono.

Si fuera persona, Mr. Smartphone sacara 10 en la Paes.

Estemos atentos para que nuestros cipotes no sigan sacando malas notas por pasar clavados, que no les agarre la depre, aprendan a conversar, y nunca manden un chat en vez del timbre tocar.

Les invito a pensar antes de babosadas postear, y a dar el ejemplo apagando el celular en la mesa de noche, en el restaurante y en la reunión.
No tiene nada malo aprovechar el poder de Mr. Smartphone; es cuestión de saberlo dosificar, y no dejar que su lado oscuro interfiera en la calidad de nuestras vidas, debilite nuestras relaciones, nos empuje a un abismo tan superficial.

Como diría el profe, una “verdadera verdad” es que todo es para el uso y no para el abuso. Entonces, buczos caperuczos.

*Columnista de El Diario de Hoy.
calinalfaro@ogilvy.com