Nahuizalco, en la Ruta de las Flores, sometido por las pandillas

Este municipio está incluido en el Plan El Salvador Seguro, pero aún así han registrado 146 crímenes en los últimos 24 meses.

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Nahuizalco es considerado un pueblo originario.

/ Foto Por EDH

Por FOCUS

2016-12-19 10:00:00

El último lunes de noviembre, en el centro del pueblo un hombre angustiado pedía prestados 25 dólares para pagar una extorsión. Era un agricultor, quien no vive en la zona urbana de Nahuizalco, si no en un cantón más allá del caserío Tatalpa, donde ese mismo lunes en la madrugada asesinaron a Alfonso Cruz, un campesino líder comunal y empleado de una empresa hidroeléctrica local.

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Nahuizalco es un municipio del departamento de Sonsonate. Tiene una extensión territorial de poco más de 34 kilómetros y 52 mil habitantes que viven en 15 cantones, más la zona urbana.

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Este municipio es uno de los pocos que se esfuerza por conservar, como parte de sus raíces indígenas (descendientes de los pipiles), la fabricación de petates y cestas de tule; los domingos hay sesiones de enseñanza de la lengua originaria nahuatl en la casa de la cultura de la localidad.

Otro aspecto que pone en el punto de la notoriedad a este pueblo es que queda en la Ruta de la Flores, parte del programa Pueblos Vivos, que convoca a miles de turistas en busca de la naturaleza, la diversidad cultural y una aparente tranquilidad.

Sin embargo, al salirse de la ruta oficial y adentrarse en la ruralidad de este pueblo, todo cambia. Y así lo atestiguan decenas de habitantes entrevistados. Temerosos y algunos resignados, hablan en voz baja acerca del acecho y sometimiento de los pandilleros. Otros prefieren guardar silencio.

En un recorrido por esos parajes, algunos extraviados y alejados del centro del pueblo, no hay un solo cantón o caserío que no este bajo el dominio de una pandilla.

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En septiembre anterior, en parte de Nahuizalco fue lanzado el Plan El Salvador Seguro (PESS); sin embargo, esa iniciativa no ha logrado parar los homicidios que están golpeando, sobre todo, a los habitantes de la zona rural, y más que todo en comunidades indígenas que viven en cantones como Tajcuilujlan, Sabana San Juan Arriba, Sabana San Juan Abajo, Cusamaluco y otros.

En los últimos 24 meses, ese municipio ha registrado la muerte violenta de 146 de sus residentes, según registros de Partidas de defunción, asentadas en la alcaldía de esa localidad.

El año que ha sido más violento fue el 2015, cuando registraron 90 personas asesinadas. Este año, ha habido una baja sensible en esos crímenes.

Hasta el pasado 13 de diciembre, 56 personas habían sido asesinadas, una cifra que continúa alarmando a los habitantes, sobre todo, de la zona rural y que lo mantiene como el segundo municipio, a nivel del departamento de Sonsonate, donde hay más homicidios, de acuerdo a información oficial.

¿Por qué tantos homicidios?

Obtener información oficial sobre el problema de inseguridad que vive Nahuizalco resulta un tanto difícil. En la subdelegación policial no quisieron hablar sobre el tema aduciendo que sólo el jefe podría hacerlo. El día que El Diario de Hoy visitó las instalaciones policiales, un oficial dijo que el jefe no estaba.

Por su parte, en la alcaldía  se limitaron a decir que las acciones de la municipalidad están dirigidas a la prevención del problema, tarea en la que llevan seis años.

La prevención, según las fuentes, ha dado resultados en algunas comunidades como los cantón es El Cerrito, La Guacamaya y el casco urbano del municipio. En este último no se ha registrado ningún homicidio en los últimos dos años.

El Diario de Hoy realizó abundantes entrevistas tanto a residentes del área urbana como del área rural, así como a fuentes policiales que hablaron a condición de no revelar sus identidades.

El panorama que resulta parece demasiado sombrío para ser un municipio considerado como destino turístico e incluido en el Plan El Salvador Seguro.

Primero hay que decir que Nahuizalco es un municipio que está infestado de pandilleros.

Sin embargo, es la Mara Salvatrucha (MS-13) la que tiene presencia en la mayor parte de territorio. Le sigue la Pandilla 18 Sureños y, por último, la Pandilla 18 Revolucionarios.

La presencia de pandillas es tan fuerte en el sector que, además de mantener elevados los índices de asesinatos,  está poniendo en peligro la seguridad alimentaria de las comunidades indígenas que habitan el sector nororiente de ese municipio.

Un factor que agrava el problema es que las tres pandillas están en constante lucha por controlar territorios. Los límites territoriales de cada pandillas son muy difusas y están en constante movimiento.

Un ejemplo de esa disputa territorial lo constituye el cantón Tajcuilujlan habitado aproximadamente por unas mil 850 personas consideradas como una   comunidad eminentemente indígena o pueblos originarios, como se les ha dado en llamar últimamente.

Hasta los primeros días de noviembre, en Tajcuilujlan había presencia de la pandilla 18 sureños, sin embargo, en sólo dos semanas, la MS-13 ha invadido ese territorio aprovechando que las autoridades capturaron a la mayoría de pandilleros de la 18.

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De acuerdo con testimonios de lugareños, menos de 15 días han bastado para que tomen el control territorial y hayan comenzado a extorsionar a varios agricultores. “Es difícil la situación porque por lo menos los 18 no nos extorsionaban”, indicó un campesino.

La presencia de pandillas en la zona rural de Nahuizalco se ha agravado en los últimos tres años a tal punto que varias fuentes coincidieron en indicar que en el cantón Sabana San Juan Arriba hay de manera permanente no menos de 100 miembros de la MS-13, la mayoría anda armada a plena luz del día.

“Si usted entra de las 4:00 de la tarde en adelante, por donde quiera va a ver grupos de pandilleros”, afirmó un agricultor de la zona. A la vez, el hombre advirtió que cualquier desconocido que entre a ese cantón, lo más seguro es que no salga vivo o que desaparezca en alguna finca de la zona.

De acuerdo con vecinos de Sabana San Juan Arriba, este cantón es un bastión de la MS-13, tanto así que la mayoría de pandilleros que están en ese lugar no son jóvenes nativos sino foráneos que hacen del lugar su refugio cuando huyen de otros lugares por la presión de las autoridades.

Control total de los cantones

Tajcuilujlan, Cusamaluco, Sabana San Juan Arriba, Sabana San Juan Abajo y Pushtan son los más afectados en cuanto a presencia de pandillas debido a que estos colindan con sectores de Izalco, Sonzacate y Juayúa, municipios con alta incidencia de pandillas.

“Cuando hay operativos allá (municipios vecinos), muchos pandilleros se vienen para este cantón porque saben que aquí ellos tienen un gran control de la zona y la policía prácticamente no viene”, afirmó una joven campesina.

Para hacer de Sabana San Juan Arriba una zona segura para ellos, los pandilleros mantienen “postas” o vigilantes cada 200 metros en el sector conocido como “Los Riyitos”, que es un acceso por la carretera conocida como Los Naranjos, la cual conecta las ciudades Sonsonate y Santa Ana.

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“Cuando entren otra vez, no vengan en el mismo carro porque aquí hasta las viejitas familiares de los muchachos (pandilleros) anotan las placas de los carros desconocidos que entran”, recomendó un agricultor afectado por las extorsiones.

En cualquiera de los cantones antes mencionados cualquier carro extraño al lugar podría entrar sin problemas, pero hay sectores de los que no podría salir fácilmente, pues hay determinados lugares en los que las pandillas les colocan barricadas (ramas, troncos o piedras) para obligar a detener la marcha.

Por ejemplo, desde la cancha del caserío Tatalpa, el más cercano al casco urbano de Nahuizalco, comienzan a informar cuando un vehículo policial o particular desconocido entra: “van tres arriba y cuatro adentro… son de tal o cual institución”

Jóvenes nativos reclutados por foráneos

Al indagar sobre en qué momento las comunidades indígenas comenzaron a ser sometidas por las pandillas, los lugareños entrevistados coinciden con una respuesta: cuando los jóvenes comenzaron a consumir marihuana.

Aunque parezca raro, los lugareños aseguran que en cantones como Tajcuilujlan, Pushtan, Cusamaluco, Sabana San Juan Arriba y Abajo, el consumo de drogas es alarmante entre los jóvenes.

Un campesino de Tajcuilujlan recuerda a el caso de uno de los primeros jóvenes en involucrarse con las pandillas: le decían El Duende y era el que vendía los cigarros de marihuana hasta que cayó preso. Diariamente vendía unos cincuenta dólares y para evadir a las autoridades dormía en un hueco de un árbol de mango.

“Aquí primero comenzaron regalándoles la marihuana hasta que ya los mismos jóvenes son quienes extorsionan o roban para poder comprarse la droga. Mire, el consumo de drogas aquí es bastante”, afirmó un líder comunal.

En las Sabanas de San Juan, Arriba y Abajo, abundan los pandilleros con rasgos físicos que no encajan con los de los jóvenes locales.

De hecho, el pasado 24 de noviembre, la policía capturó a dos pandilleros en una zona montañosa de Mirazalco, un cantón del municipio de Juayúa que colinda con los cantones Cusamaluco y Tajcuilujlan, de Nahuizalco.

Son esas montañas verdes y frondosas que se observan desde la lejanía, desde la Ruta de las Flores, que – en el fondo – esconden una problemática que tiene arrinconados a miles de habitantes de esas zonas aún consideradas indígenas.