Fue aquí en San Salvador, en la parada de autobuses que fluye frente a un popular centro comercial del bulevar Los Héroes. Un joven estudiante acaba de renovar un contrato telefónico y, desentendido de lo que ocurre a su paso, espera el colectivo sin despegar su cara de la pantalla del celular. Sólo lo hizo cuando se le apareció Gestas. Lo llamamos así, por reencarnar al bíblico ladrón condenado a la perdición. Aparece a la izquierda de Jesús, durante la Crucifixión, momento en que insulta al Hijo de Dios y lo reta a salvarse a sí mismo, a él y a Dimas, su compañero, pero sin arrepentirse de sus pecados.
Cuchillo en mano, este Gestas moderno, se abalanzó contra su víctima.
-¡Dame el teléfono, si no me lo das, te mato!- le dijo
– Me sirve para llamarle al padre de la iglesia. Dejame que le saque la memoria- le rebatió el joven, esperando un resquicio en la posible conciencia de este sujeto que amenazaba con quitarle la vida. Venciendo de a poco su miedo, todavía le dijo:
-Yo sé que me vas a robar, pero una vez te vas a recordar que un bicho que asaltaste en esta parada de buses rezó por vos y por eso un día vas a ir a la iglesia.
Las palabras del joven tocaron lo que quedaba del alma de este Gestas moderno.
-¿A cuál iglesia vas?, le preguntó, mientras dejaba al joven sacar la memoria del celular.
– A Don Rúa y a La Resurrección.
-¿Vos crees que yo pueda ir?, le volvió a preguntar. Fue esta la inquietud la que llenó de esperanzas al joven. Estaba logrando que ese pobre ser abandonado a la condenación desistiera de robarle. Fue uno de esos momentos efímeros que sólo ocurren en la mente humana, lapsos en los que se piensa que se está a punto de cambiar el mundo, impulsos de la mente que llenan de valor, ese valor que fue el que llevó al joven víctima a enfrentar la maldad encerrada en ese ladrón. Por un momento de su corta vida pensó que estaba ganando una batalla espiritual, entre esta dimensión y el inframundo Pensó que estaba por arrebatar un alma al demonio.
-La Iglesia está llena de pecadores- contestó el joven a la pregunta del ladrón, pero éste no lo dejó seguir. Lo miró fijamente a los ojos. Era una mirada de fuego, de maldad, de reto, de odio… Era la mirada que Gestas seguramente le hizo a Jesús, colgado de la cruz: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros.”
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Este Gestas moderno, emulando la maldad y la falta de fe de su antecesor bíblico, no bajó la mirada frente a su víctima y nuevamente increpó su fe y la misericordia divina:
-¿Y vos crees que yo duermo tranquilo? Sé que cualquier momento me van a matar. Eso no es vida. No duermo por las maldades que he hecho, la gente que he matado…-
En su Protoevangelio, José de Arimatea, propietario del sepulcro en el cual se depositó el cuerpo de Jesús crucificado, se refirió a Gestas como un asesino a traición, mataba a los peatones por la espalda, los despojaba de sus pertenencias, a las mujeres les cortaba los senos, bebía la sangre de los niños y nunca conoció a Dios.
Al otro lado de la cruz, a la derecha de Jesús, Dimas, el ladrón bueno, le advirtió de su condena: “Y tú, que sufres la misma pena, ¿no respetas a Dios? Lo nuestro es justo, pues recibimos la paga de nuestros delitos; éste en cambio no ha cometido ningún crimen. Y añadió: Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí. Jesús le contestó: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (San Lucas 23:43)
Lo mismo ocurrió con este Gestas moderno que ataca en la parada de autobuses de un centro comercial del bulevar Los Héroes. Tampoco quiso conocer a Dios. Rechazó la invitación de su víctima, le arrebató nuevamente el celular y se perdió por el camino ancho, como todos los Gestas que abundan últimamente en El Salvador. “Ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella”. (Mateo 7:13)
Diariamente, se cometen 15 asesinatos en el país. Para este día suman 5,150, según las autoridades.