El Salvador es un caso digno de estudio. Su clase política se ha quedado atrás del desarrollo del país. En los últimos cuarenta años la sociedad salvadoreña ha dado los primeros pasos que clásicamente marcan el inicio de la modernización: la población ha pasado de ser mayormente rural a ser predominantemente urbana; la producción y las exportaciones, que eran principalmente agrícola, ahora son principalmente industriales; y la población, que era 60 por ciento pobre, es ahora 70 por ciento de clase media. El número de vehículos automotores en circulación es ya de 925,000 en un país con aproximadamente 1.3 millones de familias. De acuerdo a un estudio hecho por el Banco Mundial en 2010 en términos de la proporción de clase media a población total El Salvador se encuentra en el promedio de Latinoamérica. El ingreso por habitante de El Salvador lo coloca en la categoría de ingresos medios (no de pobres) aunque se redujera la estimación del PIB como algunos han sugerido en contra de toda la evidencia del surgimiento de la clase media en el país.
Estos cambios no son originales de El Salvador. Han acompañado al desarrollo económico y social en todos los países que han pasado de la adormilada sociedad agraria a la dinámica sociedad industrial, llevando a transformaciones sociales y políticas muy profundas. Por supuesto, la clase media urbana es muy diferente de la población agrícola. No solo es que tiene acceso a muchos más servicios públicos y privados, y que a través de mayores contactos con otras personas desarrolla más capacidades; es también que experimenta el progreso, la capacidad de mejorarse y mejorar a su familia, y traduce esto en una ambición de desarrollo que luego trasmite al país entero. Conectada con las ciudades por una infraestructura creciente de comunicaciones y transporte, la parte de la sociedad que se mantiene agraria se integra a esta nueva modernidad urbana.
En todos los países en los que esto ha pasado, los partidos políticos se han adaptado muy rápidamente a los cambios en la población y se han enfocado en las necesidades de esa nueva clase media, conscientes de que el destino del país ahora depende de que esa clase media crezca y se desarrolle, teniendo más acceso a la educación, la salud, la seguridad y los demás servicios públicos que le facilitan su progreso. Esto es lo que no ha pasado en El Salvador.
Los partidos políticos, que nacieron en medio de una sociedad pobre y agraria, han seguido funcionando de la misma manera en la que lo hacían hace veinte años. No están acompañando a la fuerza más dinámica que está creciendo en nuestra sociedad, y siguen hablándole a la población como si ésta todavía estuviera escuchándoles en un corral, queriendo oír a los señores de la ciudad que vienen a decirles que pongan todo en sus manos, como si no tuviera ninguna educación, como si no estuviera ya tratando de armar una vida moderna para sí misma y para sus hijos, como si no hubiera ido ya a visitar a sus parientes que viven en Estados Unidos, como si todavía vivieran en un rancho y no en una casa que tienen que pagar al banco, como si sus problemas no fueran cómo pagar la educación de sus hijos, cómo mantener la salud de su familia, cómo protegerla en estos tiempos de grandes inseguridades.
El sector privado reaccionó muy rápidamente a los cambios, proveyendo vivienda y servicios masivos para la población, conectándola con un gran número de destinos aéreos en Estados Unidos, dotándolos de teléfonos y computadoras e Internet, desarrollando el comercio para que adquieran los bienes y servicios que requieren para elevar su nivel de vida, y, más que nada, proveyéndoles con sitios de trabajo para que eleven su ingreso.
Solo son los partidos políticos los que se han quedado en el pasado, usando expresiones como “reduzcamos la pobreza” en vez de decir “seamos todos de clase media”, y perdiendo el foco de lo que la población quiere —mejor educación, mejor salud, mejor seguridad, proporcionadas de una manera competente. Esto, no ideologías malgastadas, es lo que quiere el pueblo salvadoreño y es lo que necesita para convertirse en una sociedad desarrollada.
*Máster en Economía, Northwestern University. Columnista de El Diario de Hoy.