No puede el país bajar la guardia… en vísperas del nuevo año, los oficialistas anuncian que subirán impuestos a las importaciones, un impuesto que el país entero será obligado a pagar en múltiples maneras sin que nadie, a este lado de la cordura, pueda responder a la interrogante de ¿qué hace el gobierno con los dineros que recauda, ya que ni siquiera puede pagar el Fodes a las alcaldías?
Pretende el oficialismo encerrar el país, erigir un muro de gravámenes, tasas, multas, inspecciones, regulaciones, cuotas, trámites para realizar pagos, etcétera, cuando el mundo se globaliza, poniendo más y más al alcance de todos los pueblos bienes, servicios, conocimientos y tecnologías antes posesión privilegiada de unas pocas naciones sobre la tierra.
Cerrar fronteras a las importaciones en una forma u otra es volver al mercantilismo, esquema que se demostró ruinoso para el avance de la civilización. Ese crudo proteccionismo se vino abajo con la revolución industrial al adoptarse lo pregonado por los liberales europeos de finales del siglo XVIII: “dejar hacer, dejar pasar”.
El mercantilismo ha pasado por etapas absolutamente ruinosas, como cuando en la India, por iniciativa de los socialistas de Nehru, era casi imposible exportar bienes de un estado a otro, generando las pobrezas y hambrunas bíblicas que casi al día de hoy se asocian con ese país.
Se importa lo que una nación no hace u ofrece, o lo hace a un mayor costo que traerlo de fuera. Y en igual forma, el país exporta lo que en otros mercados es más costoso.
El comercio exterior tiene dos caras: exportar e importar. Cuando se gravan las importaciones sufren también las exportaciones, pues además los países que nos sirven bienes pueden tomar represalias a lo que importan de El Salvador.
La pregunta de todos aquí:
¿Qué hacen con el dinero?
El nuevo impuesto, el venidero atropello a la población si es que se aprueba por la legislatura, no lo pagan “los importadores”, sino el pueblo entero, pues se desencadena la cascada de pasar los nuevos costos hacia abajo sin que nadie escape.
(Esta cascada de resarcir costos es un proceso que las luminarias del oficialismo no comprenden, como cuando se pretendió que los bancos absorbieran, ellos, los impuestos a las transacciones financieras).
Una nefasta consecuencia es que reponer equipos, tecnologías, mobiliarios, etc., se vuelve más oneroso, lo que agrega al creciente entumecimiento del sector productivo, afectando su competitividad frente a otros productores de la región y del mundo.
Una segunda consecuencia es que la gente se ve forzada a pagar más por los artículos que vienen del exterior, afectando su bienestar directo. Y si a ello se suma el alza en insumos y materias primas, es obvio que la calidad de vida de todos sufre.
Tómese el caso del plantel vehicular: al desgaste ocasionado a todos los vehículos por el desmadre del tránsito provocado por el Sitramss, se sumará un mayor costo de reposición de motores, unidades y carrocerías, incrementando accidentes y fatalidades.
Hay simples demostraciones matemáticas que demuestran cómo elevar el costo de las importaciones perjudica a los países que lo hacen, en igual manera como “poner más puntos de asalto” en las carreteras lleva a la ruina general de todos, pues si en el bosque de Sherwood Robin Hood duplica los atraques, el reino entero se empobrece.