Emilio Orellana: ???Aún no llegamos al punto en que el joven ponga a temblar al poder???

El activista y miembro de la Fundación DTJ teme que a pesar de los avances en movilización juvenil en el país, estos no sean suficientes para detener la corrupción en El Salvador.

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Emilio Orellana formó parte del Movimiento Yo Me Visto de Blanco, que en 2012 pidió el respeto al Estado de Derecho en medio de una crisis institucional.

/ Foto Por Archivo

Por Ricardo Avelar

2016-12-31 9:51:00

Una nueva generación de activistas políticos se ha abierto paso en el país desde hace algunos años, con exigencias diversas como la transparencia, las libertades civiles o el respeto al Estado de Derecho.

Para tener una fotografía de esta generación y sus demandas políticas, El Diario de Hoy conversó con Emilio Orellana, un joven que ha estado involucrado en diversos movimientos y que coordina las comunicaciones de la Fundación Democracia, Transparencia y Justicia (DTJ). 

A su juicio, hay avances significativos pero todavía quedan retos importantes si el joven pretende ser un verdadero árbitro del poder. Estas son sus apreciaciones:

Se tiende a pensar que en los últimos años y con ayuda de las redes sociales el joven es un activo vigilante del poder. ¿Es esto mito o realidad?

Sí hay una generación activa, pero es reducido. Se sobrevalora la cantidad de gente involucrada en esto. Desde el Decreto 743 (en junio de 2011) hasta finales de 2016, las personas involucradas en controlar al poder son los mismos o menos de los que estaban antes. Algunos podemos seguir porque tuvimos la oportunidad de llevar nuestro desarrollo profesional en este ámbito, pero para muchos que estaban ahí, sus vidas cambiaron y se fueron a otros espacios donde ya no pueden hacer eso.

En el combate a la corrupción, se sobrevalora mucho el activismo de los jóvenes, pero sí se dan casos de unos que al involucrarse lo hacen de lleno, pues hay menos barreras que en años anteriores. En una ponencia decían que un estudio destacaba como primer freno de esta generación para ejercer política la vergüenza. Esto es diferente al pasado, donde había miedo a las agresiones, a que a uno lo metieran preso o consecuencias para uno o su familia. 

Los que ya estamos en esto fallamos en el enfoque para atraer más jóvenes. En lugar de decir ‘hacelo porque es tu derecho’ deberíamos hacerles saber que pueden hacer cambios a pesar de su edad o grado académico. Por eso, aún no hemos llegado al punto de quiebre donde los jóvenes lideren un movimiento ciudadano pese a cualquier condición.

¿Cuál es el camino del activista político joven en El Salvador? ¿Es constante su lucha?

Hay varios caminos. Muchos jóvenes se echan para atrás porque los empiezan a atacar o desprestigiar y ahí se detienen. El que sigue debe tomar la decisión de unirse a un movimiento, plataforma o espacio que ya existe o puede crear su propia lucha y su propio espacio.

Hay quienes ganan protagonismo al inicio pues no tienen nada que perder, pero a medida que avanzan en su vida profesional deben decidir si seguir teniendo un perfil tan público, pues siempre están sujetos a que los estén atacando o involucren a su familia.

Otros se unen a partidos políticos, pues en el camino les ofrecen algún puesto. He visto un montón de compañeros de protestas por la institucionalidad que ahora trabajan en el sector público y eso no es malo, pero a veces cambian sus ideales. Teníamos un gran amigo en esa época de protestas que ahora replica todo lo que nosotros criticábamos. Ahora tiene cierto nivel de fanatismo político. En el activismo hay varios problemas. Por un lado, que el joven permanezca inactivo, pero también que se vuelva fanático de un partido político.

¿Crees que la juventud de los partidos no está haciendo lo suficiente?

Para nada. Las juventudes de los partidos no están cambiándolos en El Salvador, no han logrado convertirlos en escuelas de formación de ciudadanos o de servidores públicos. Las juventudes partidarias generalmente son la cara joven que dan el mismo mensaje pero a nuevas plataformas como el Internet.

Por eso la sociedad civil ha sido robusta, porque es más dinámica y hay más espacios donde colaborar y formarse. Yo, por ejemplo, tuve la oportunidad de entrar a un partido, pero me quedé en la sociedad civil porque es un camino más decente y con más oportunidades para desarrollarme sin traicionar mis principios.

¿Y qué rol deberían jugar las juventudes de partidos?

Demostrar con hechos la renovación que están intentando vender. Tienen que romper con las formas tradicionales que piensan en atraer votos y cuestionar más y cambiar las estructuras desde dentro. Ellos han tomado la decisión de entrar a los partidos, lo cual es admirable, pero deben demostrar que van a cambiar prácticas y dar las batallas que se tienen que dar para renovarlos realmente.

La generación del 743 parecía muy informada. ¿Las nuevas generaciones siguen así o se ha perdido la profundidad?

Desde la Fundación DTJ nos hemos acercado a buscar nuevos liderazgos en los primeros años de universidades, en universidades en las periferias de San Salvador o el interior del país y trabajar con ellos. Ellos tienen la chispa, el entusiasmo y el valor de hacer las cosas pero ha cambiado su visión del mundo. Son más globales, entienden más lo que está pasando fuera. Su misión va a ser profundizar las batallas.

Nosotros conocimos el acceso a la información  por ejemplo, lo estrenamos, nos tocó aprenderlo desde cero y al mismo tiempo. Esta generación ya entró a la arena política con estos derechos, y con las nuevas herramientas para fiscalizar al poder.

¿Cuál es el reto para ellos? 

Mantenerse interesados en la defensa de los derechos para todos.  Ahí está el reto, pensar cómo los jóvenes se apropiarán de derechos como el acceso a la información pública.

Si pudieras calificar el activismo juvenil en El Salvador, ¿cómo lo describirías? 

Todavía es más un mito que una realidad porque somos muy pocos en este momento. No somos una masa crítica que pueda decidir o influenciar el camino de las cosas.  Aquí es donde entra en juego el valor de que toda la sociedad civil organizada y los medios de comunicación apostemos por la nueva generación de activistas para acercarnos más a una realidad en la que el activista es este joven que pone incómodo al poder y logra cambios importantes.

Los partidos políticos no están solucionando las necesidades de la gente, pero no se puede vivir sin ellos. ¿Cómo resolver este dilema?

Esta ha sido la edad de oro de la sociedad civil y los partidos se han descuidado, no han apostado a futuro y se han corrompido. En las generaciones de nuestros padres, los partidos vivieron bajo el lema de pan para hoy y miseria para mañana y ahora estamos viviendo la miseria de estos. No sembraron líderes en tierra fértil. Una forma de cambiarlos puede ser golpear la corrupción en estos donde más le duele: en cómo se financian. Si se le hace difícil el trabajo de financiar ilícitamente a los partidos o promover ideas obsoletas que no premien el mérito y los cambios en una sociedad, podremos avanzar como país.