Cajón o cremación

Confío que, antes de estirar mis tenis, el Obispo de Roma recapacite la reciente prohibición declarando "si una persona opta por fusionar su cuerpo convertido en cenizas con la Madre Naturaleza, ¿quién soy yo para impedir su voluntad?".

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El fiscal general de la República, Douglas Meléndez, reveló este mediodía, detalles sobre las recientes capturas del expresidente Antonio Saca, sus exfuncionarios Julio Rank, César Funes y tres personas que aún trabajan en Presidentecia de la República.

/ Foto Por elsalv

Por Carlos Alfaro Rivas*

2016-10-31 9:07:00

Cuando a uno le falta menos por vivir de lo que ha vivido, es tiempo de pensar cómo mejor disponer del chasis. Digo chasis, pues el rumbo del alma no está en nosotros decidir.  O para arriba si hemos sido buenos, o para abajo si colas de Judas.

La palabra dice polvo eres y al polvo volverás. La decisión que debemos tomar es si volver al polvo por la vía expresa (cremación), o por el camino lento (cajón).

En mi caso, aún me faltaba más por vivir de lo que había vivido, es decir aún cipotón, cuando tomé la decisión de cremación en vez de cajón. No puedo  permitir que mis sobrevivientes sufran, como he sufrido en pellejo propio, las dolorosas velas y entierros de los parientes que se me han adelantado.

En estos días de fiambre, hojuelas, flores, y visitas al cementerio, he reafirmado la vía expresa como camino de mi chasis, siendo esta columna testigo de mi voluntad.

Es más, estuve averiguando los distintos servicios de cremación que ofrece un amigo mortuorio y he optado por el más básico. Traslado del chasis al complejo funerario; autopsia para extraer órganos que le puedan servir al prójimo; unos 90 minutos a 1,000 grados centígrados en el horno de gas (se estima una hora por cada 100 libras), y entrega aproximada de 5 libras de cenizas en un contenedor proporcionado por mi familia. Solo afianzo el ajustío, y el plan de pago, y trato hecho nunca deshecho. 

Después de una celebración de mi vida con globos, champagne y “cuetes”, en vez de flores, mal café y chambres,  mis sobrevivientes esparcirán mis cenizas  en lugares que han marcado mi existencia terrenal:  La piscina adonde aprendí a nadar y sigo nadando ; la pista de mi escuela en la que, tal si fuese rata de Pavlov, empiezo la semana dando pasones a máxima velocidad; otra ratonera, solo que de bicicletas, donde estoy vuelta y vuelta los martes y jueves; nuestro lago más lindo para seguir compitiendo y aprendiendo de mi mentor, cuyas cenizas descansan en paz en Coatepeque, y el pacífico océano, tan azul, tan dormido, frente al lugar donde nos casamos, bautizamos y crecieron nuestros hijos.

Tan definitiva es mi voluntad que casi me da patatús el reciente titular: Iglesia Católica prohíbe esparcir cenizas de difuntos o tenerlas en casa.

Según el cardenal alemán: “Los muertos no son propiedad de los familiares, son hijos de Dios y deben esperar en un camposanto la resurrección”.

La iglesia, aunque prefiere la sepultura, autoriza la cremación ya que las llamas no tocan el alma. Bien. Lo que no está bien es que ahora prohíbe conservar las cenizas en casa, esparcirlas en aire, tierra y agua, colocarlas en joyas o amuletos, y dividirlas entre familiares.

Opina que sin un lugar sagrado, para el descanso en paz de las cenizas,  hay riesgo de privarles de oración a los difuntos, y hasta olvidarlos.

Doctrina extraña de un Pontífice que, por medio de declaraciones de apertura, ha demostrado estar en sintonía con los tiempos: “Si una persona es gay, y busca al Señor, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, cuestiona con razón el Papa argentino.

¿Cómo me van a olvidar si estaré presente en lo que Dios ha creado, en cada amanecer, en cada atardecer, en cada estrella fugaz? 

El riesgo del olvido es mayor en un camposanto, adonde visitamos la tumba de nuestros difuntos, como mucho, el 2 de noviembre.

Confío que, antes de estirar mis tenis, el Obispo de Roma recapacite la reciente prohibición declarando “Si una persona opta por fusionar su cuerpo convertido en cenizas con la Madre Naturaleza, ¿quién soy yo para impedir su voluntad?”.
 
Así sea.

*Columnista de El Diario de Hoy.
calinalfaro@gmail.com