Vázquez de Coronado y la última rebelión pipil

Entre 1529 y 1553 se produjeron diversos alzamientos indígenas y motines de negros en diversos puntos de la Provincia de San Salvador, en el Reino de Guatemala.  

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Foto Por Archivo

Por Carlos Cañas Dinarte

2016-11-05 4:54:00

En 1553, diversos grupos indígenas pipiles se declararon en rebeldía en la zona de Izalco, dentro de la Alcaldía Mayor de Sonsonate. El movimiento amenazaba con extenderse con rapidez, por lo que tanto las autoridades de Guatemala y San Salvador decidieron confiar al capitán Juan Vásquez de Coronado la realización de una expedición militar para controlar aquel foco insurrecto.

Ese nombramiento marcaba un hecho importante dentro del proceso de conquista y colonización del istmo centroamericano tras las empresas dominadas por Pedro de Alvarado y Contreras y Pedrarias Dávila. Se trataba de entregar los mandos militares a capitanes de una segunda oleada migratoria hacia las Américas, en un afán del imperio español por consolidar su presencia ya no dentro de los focos urbanos principales que ahora eran sedes de virreinatos, alcaldías mayores y otras compresiones territoriales, sino de áreas importantes para encomiendas destinadas a cultivos masivos, ganadería o extracción de minerales.

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Juan Vázquez de Coronado y Anaya nació en Salamanca, en 1523. Fue hijo de Gonzalo Vázquez de Coronado y Catalina de Anaya, ambos pertenecientes a una familia de aventureros destinados a atravesar el océano Atlántico para dirigirse a las tierras americanas. Uno de sus tíos, Francisco Vázquez de Coronado, fue gobernador de Nueva Galicia y en 1540 condujo una expedición hacia el actual estado de New México.

En ese mismo año, el joven Juan, con apenas 17 años de edad, se embarcó rumbo al Nuevo Mundo. Primero se radicó en la ciudad de México, desde donde se trasladó al nuevo asentamiento de la villa de Santiago de los Caballeros de Guatemala, tras la correntada devastadora de 1541. En esa urbe colonial se desempeñó como miembro del cabildo y alcalde ordinario.

En 1548, contrajo nupcias con Isabel Arias Dávila y Poblete, quien pertenecía a una rama familiar vinculada con Pedrarias Dávila, el otrora poderoso gobernador de Panamá y Nicaragua, para entonces ya fallecido.

Le fue entregada la encomienda de Nahulingo, en una de las principales zonas pipiles de producción de cacao. Entre 1549 y 1552 desarrolló sus labores políticas y militares como la máxima autoridad de la Alcaldía Mayor de San Salvador, una de las primeras divisiones territoriales que tuvo el actual territorio salvadoreño.

Al cesar en ese cargo fue cuando se le confió la tarea de pacificar a los indígenas de la zona izalqueña, tarea en la que se hizo acompañar de cientos de indígenas tlaxcaltecas y mexicas, descendientes de los que habían viajado con los Alvarado y Contreras en sus campañas previas de conquista y colonización. No han quedado mayores registros de las batallas realizadas, pero sí se sabe que la expedición duró varios meses, tras los cuales las tropas auxiliares se asentaron en la recién fundada villa de la Santísima Trinidad de Sonsonate, con lo que dieron paso a la fundación de un barrio local destinado, de manera exclusiva, para esa comunidad indígena.

Tras el éxito de su misión para aplastar el último movimiento insurreccional en la zona pipil del occidente sansalvadoreño, Vázquez de Coronado fue designado alcalde mayor de Honduras (1556, 1560 y 1563) y Nicaragua (1561).

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Asentado en la localidad nicaragüense de León, Vázquez de Coronado partió de ella el 15 de agosto de 1562 y arribó a la península de Nicoya el 6 de septiembre. En esa zona sostuvo una reunión con los reyes de los pueblos indígenas bagaces, cotanes y zapandíes, con los que dialogó y pactó para lograr la conquista de otras etnias, como los huetares orientales y occidentales, cotos, botos, quepoas, tururacas y otros. En ese sentido, fue la convicción de su palabra y no la vía guerrerista la que produjo mejores resultados, aunque no por eso dejó de lado a la guerra y a las batallas como mecanismos de coerción y sometimiento.

Desde la zona de Quepos y de la recién fundada Cartago, en el valle del Guarco, Vázquez de Coronado se lanzó a una segunda expedición al Pacífico Sur, mejorada gracias a nuevos hombres y suministros llegados desde territorio nicaragüense. Así fue como se lanzó hacia la cordillera de Talamanca, en busca de la provincia de Ara, en la cuenca del río Tarire, considerada “El Dorado centroamericano” por su múltiples y legendarios yacimientos de oro.

Tras haber recorrido los cuatro rumbos del territorio costarricense, al final encontró los lavaderos de oro del río de la Estrella (actual río Changuinola), dentro del actual territorio de la República de Panamá. Para poder proceder a su explotación completa, Vázquez de Coronado se dio cuenta de que necesita mucho más apoyo de parte de la corona española, entonces bajo la conducción del rey Felipe II.

En 1564 se marchó hacia España, en cuya corte cabildeó durante meses hasta que logró las alianzas necesarias para conseguir el favor real. 

El 8 de abril de 1565, la corona española le confió los títulos de gobernador, adelantado, capitán general y alguacil mayor de la provincia de Costa Rica, todo acompañado de una renta anual y de la concesión de un territorio en la zona minera. 

La documentación de rigor para esos nombramientos se conserva en la actualidad en el Archivo de Indias, en Sevilla (España), donde también se custodian once cartas de su puño y letra, publicadas en libro en 1884. 

Vázquez de Coronado no disfrutó de ninguno de esos títulos que le fueron conferidos, pues jamás regresó a Costa Rica. En octubre de 1565, falleció en el naufragio de su barco, encallado en la barra de Guadalquivir, en el océano Atlántico, a poca distancia de la salida del puerto de Sanlúcar de Barrameda. Al conocerse su muerte y desaparición en alta mar, su primogénito Gonzalo Vázquez de Coronado y Arias Dávila se convirtió en el heredero de su título de adelantado, de su renta anual y de su otorgamiento territorial.