Ante el aborto, ¿evitar posturas extremas?

El aborto daña a la mujer. Ella es la primera víctima de lo que supone ir contra la naturaleza misma. Y la sociedad entera debe garantizar el cuidado de la mujer, sobre todo la que lleva un niño en su seno.

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Sergio Chueca es el director país de Movistar El Salvador. Anunció una inversión de $250 millones para los próximos tres años. 

/ Foto Por Lissette Monterrosa

Por Andrés Jiménez*

2016-11-08 9:00:00

Cuentan que un cierto campesino tenía dos esposas: Una más joven y otra mayor que él. La primera, le cepillaba el pelo por la mañana y cuando le encontraba canas, se las quitaba, queriendo prevenir que lo confundieran con su padre. La segunda lo peinaba por las noches, pero procurando quitarle los cabellos negros, para que no lo tomaran por su hijo. Como es de imaginarse, en pocos días el hombre quedó calvo y ninguna de sus consortes quedó conforme con ello.
 
Esto ilustra lo que en nuestra sociedad pasa a veces con ciertos temas en los que, parecería, no se puede llegar a consenso. Tal es el caso de la despenalización del aborto, que avanza rápidamente en muchos países del mundo. Se plantean dos posturas aparentemente excluyentes: defender la vida del no nacido o proteger la salud de la madre, especialmente quien ha sido víctima de una violación o enfrenta un embarazo particularmente difícil. Se enardece un debate que en realidad carece de fundamento y se intenta presentar dos opiniones como radicalmente opuestas: la de quienes quieren dar a la mujer embarazada la opción de decidir sobre su cuerpo (así lo llaman) y la de quienes defienden la vida del no nacido a toda costa. Quienes propugnan por la despenalización del aborto pretenden así presentar un punto medio, que estaría lejos de toda polémica, y consiste en defender el derecho de la madre a decidir. Muy inteligentemente, la campaña mundial a favor del aborto ha adoptado la bandera de la libertad. Así, cada vez más, el gran público cree estar eligiendo, de entre dos posturas extremas, la de en medio: “Que la madre decida”. Pero ¿es realmente así? ¿El punto medio consiste en matar al niño no nacido, pero solo en cierto casos? El sentido común debería decirnos que, por ejemplo, en casos de violación, la existencia de una víctima (la mujer) no es razón para que exista una víctima más: el niño que debería estar seguro en el vientre de su madre.

Así las cosas, debería resultar claro que defender la vida del ser humano por nacer no puede considerarse una postura extrema, sino un punto de partida. La medicina, la embriología, la genética, la filosofía, nos permiten reconocer que el embrión, y luego el feto, es un ser humano y no otra cosa. El mismo principio que nos llama a cuidar de la madre, sea una niña embarazada contra su voluntad, sea una mujer con graves riesgos de salud, ese mismo principio que se llama dignidad humana, es el que nos impone la grave responsabilidad del que, sin duda, es el más inocente de todos.  

Pero debemos también preguntarnos: ¿Qué es en verdad lo mejor para la mujer embarazada que no quiere ser madre? El testimonio de miles de mujeres que tomaron la decisión equivocada, quizás ni siquiera culpable, de abortar a sus pequeños (sus dolorosísimos remordimientos, la pesada carga moral que no les permite alcanzar la armonía interior ni la paz, las consecuencias físicas implícitas siempre en un proceso quirúrgico) deberían servir de señal a la sociedad entera: El aborto daña a la mujer. Ella es la primera víctima de lo que supone ir contra la naturaleza misma. Y la sociedad entera debe garantizar el cuidado de la mujer, sobre todo la que lleva un niño en su seno.
  

*Colaborador de El Diario de Hoy