“Mi padre siempre compraba una camioneta para bajarle los asientos y convertirla rápidamente en ambulancia”

 Cruz Roja rinde honor a fundador del cuerpo de  voluntarios, don Baltasar Llort, un hombre con servicio  humanitario, conciencia del deber,  humilde y sencillo

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Salvador Llort , hijo de fundador de cuerpo de Voluntarios Socorrista juntó al director de Cruz Roja Salvadoreña, Dr.  José Benjamín Ruíz Rodas  inaugurando la plaza “Baltasar Llort”.

/ Foto Por Cortesía

Por Evelia Hernández

2016-11-08 2:00:00

En el marco de la celebración de los 65 años del Cuerpo de voluntarios  Socorristas de la Cruz Roja Salvadoreña, ayer, se inauguró la Plaza Banderas “Baltasar Llort”.

“Para Cruz Roja Salvadoreña es un verdadero orgullo y privilegio haber contado entre sus filas de voluntarios con tan destacada y eminente personalidad, como lo fue don Baltasar Llort Escalante”, expresó el Presidente de Cruz Roja Salvadoreña, doctor José Benjamín Ruiz Rodas.

Don Baltasar Llort fue el fundador del Cuerpo de Voluntarios Socorristas y comenzó  su labor de servicio  a los 24 años  de edad, repartiendo víveres y medicinas en el barrio Candelaria de San Salvador.

Desde esa época,  participó en actividades de asistencia humanitaria durante emergencias provocadas por terremotos, inundaciones, huracanes, incendios, enfrentamientos armados, además de dar atención pre hospitalaria en accidentes y competencias deportivas.

Por ese ejemplo de altruismo y calidad humana, Cruz Roja Salvadoreña tuvo la iniciativa de que perdura su historia y de reconocer el legado de  don Baltasar Llort.

Sus  anécdotas

Durante el evento de inauguración, los  hijos de don Baltasar recordaron anécdotas de su padre y  su servicio de voluntariado.

“Nunca tuvimos un carro sedán, mi padre siempre compraba una camioneta para bajarle los asientos y convertirla  rápidamente en ambulancia, sobre la placa del vehículo siempre colocó una plaquita que decía jefe Voluntario de Cruz Roja”, recordó Salvador Llort Choussy. 

“Mis hermanos son testigos de la cantidad de veces que en los trayectos de nuestros paseos, nos dejaba esperando, recogía al herido de un accidente, lo llevaba al hospital más cercano y nos recogía para continuar el viaje”, rememora el pintor.

Las noches del 24 y 31 de diciembre,  don  Baltasar cenaba en la familia y luego se iba a la Cruz Roja. A él le dolía mucho ver a tanto niño  quemado con la pólvora. 

“Nos contaba que en una Navidad llego un bolito con la mano derecha destruida por un mortero y el año siguiente reconoció al mismo señor con la otra mano destruida por otro mortero; mi papá le preguntó  ¿por qué hiciste esto otra vez ?  , el sonrió y le dijo: es que me gustan los cohetes”, narró Salvador Llort.

En los textos que don Baltasar Llort  escribió cuenta algunas  experiencia de su voluntariado.  “La experiencia más grande que tuve fue para el terremoto de Jucuapa el día 6 de Mayo de 1951 (…)

Fue algo impresionante, nunca había visto un pueblo completamente destruido. Ni una casa en pié; las calles llenas de escombros, de postes y de alambres, así es que tuvimos que dejar los vehículos a la entrada del pueblo”. 

En la casa de la familia Llort,  las conversaciones estaban llenas de humanismo. 

“El 31 de Octubre de 1951, cuando se fundo el Cuerpo de Voluntarios (yo tenia 8 años), desde entonces los seis hermanos escuchábamos   a nuestro padre hablar de Henry Dunant, su máximo héroe, de la batalla de Solferino, de su espíritu de bondad y amor al prójimo y de su grito “ Tutti  Fratelli”, “ Todos Hermanos”, frase que se convirtió en la base de la Cruz Roja”, narró en su discurso don Salvador Llort.

Las palabras llenas de amor y admiración inspiradas por don Baltasar Llort  llenaron todo el discurso de su hijo; quien también compartió el legado que les dejo como hombre de familia.

“ Mi madre siempre lo apoyo con su pasión por la Cruz Roja. Tuvimos una niñez muy alegre y de familia muy unida. Mi padre era un enamorado de La Palma y todas las vacaciones desde pequeños las gozamos en la montaña y los ríos. Jamás escuchamos un pleito de nuestros padres, nunca lo vimos pasado de tragos, nunca escuchamos malas palabras en nuestro hogar. Nos inculcaron hasta el ultimo momento la fe en Dios, la familia unida y el respeto a las otras religiones.  Nos enseñaron con hechos la humildad y la ayuda a los demás. La prudencia y el equilibrio con la ambición”, compartió en su discurso. 

Don Baltasar  tuvo la ilusión de ir a estudiar ingles a Estados Unidos; lo cual realizó a sus 85 años en la Universidad de Tulane en Nueva Orleans. “Fue un periodo para el inolvidable y feliz”, dijo su hijo Salvador.

El 9 de Marzo del 2007, rodeado de todos sus hijos y de su enfermero y  ex voluntario de la Cruz Roja, Ricardo Araujo, falleció Don Baltasar.

“Murió muy tranquilo y nos dio una gran lección de como morir en paz, rodeado de amor y con fe en Dios”, concluyó don Salvador Llort.