La obra de “El dinero maldito” se refirió al producto del vicio

Los totalitarios, como aquí los comunistas, condenan las ganancias de empresas y negocios, pero no condenan el dinero verdaderamente maldito, el dinero proveniente del "enriquecimiento ilícito", de secuestros o de corrupción.

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elsalvador.com

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2016-11-10 6:16:00

Hay obras literarias que se citan con frecuencia pero que no necesariamente se leen, como sucede con El dinero maldito, de don Alberto Masferrer.

Doña Mercedes de Altamirano señalaba, como es el caso, que don Alberto no se refería al dinero en sí, al dinero en general, al dinero que la mayoría de personas gana honestamente trabajando, rindiendo servicios, vendiendo, sino al dinero producto del vicio –en aquel momento era el dinero del alcohol, de las cantinas, de la prostitución– y que ahora es el dinero producto del crimen, del narcotráfico, de secuestros, del robo y lo que hoy en día se denomina “enriquecimiento ilícito”, el dinero que se embolsan corruptos que de la noche a la mañana pasan de nada a ser inversionistas y regodearse en sus trajes Armani o Brioni.

Hay que comenzar por lo que es el dinero desde que apareció sobre la Tierra, un medio de intercambio al superarse el trueque, el sistema que está reviviendo en parte en Venezuela: yo te cambio estas medicinas por dos botellas de aceite comestible.

Los Aqueos, los griegos de La Ilíada, contaban la riqueza en la cantidad de novillos, toros o vacas que alguien poseía, pero quedaba la dificultad de cómo ir “al supermercado de entonces” para conseguir  trigo, ya que no puede dividirse un toro en pedazos para pagar esos granos.

Medir la riqueza en animales, pécora, dio origen al término de pecunia, pecuniario. Eso dio lugar a que “dinero” fueran objetos más manejables, barras de hierro, cuartos de aceite, lingotes de oro, eventualmente monedas. Y ya para entonces también hubo dinero sano, producto del trabajo honesto, y dinero maldito, producto de la rapiña, de la venta de esclavos, del robo, de los vicios.

Casi hasta la llegada de los conquistadores a América, los nativos, que tenían oro y apreciaban el oro y de seguro intercambiaban oro para comprar y vender, usaban la pepitas de cacao, muy manejables, como el medio de intercambio en operaciones diarias, domésticas.
¿Habría entonces pepitas de cacao como pepitas “malditas”?

Lo maldito no es el medio de intercambio, sino lo que gira alrededor suyo, desde el alcohol, los vinos y la chicha, hasta el dinero de la prostitución, del robo, de la violencia.

Las “brigadas” que justifican a
un ladrón refugiado en Nicaragua
 

La figura de don Alberto la han tomado para su perverso uso los totalitarios, que satanizan el dinero ajeno, no el que roban ellos.

En una sociedad de intercambio, el dinero que alguien hace trabajando en el marco de la ley es siempre honesto, pues es dinero que una de las partes, digamos el comprador, voluntariamente entrega a la otra de las partes, el vendedor, por servicios o bienes que adquiere.

Una persona puede estar habilitada, como ejemplo, para hacer una mesa y muchos lo hacen, pero hay también otros tantos que prefieren comprar la mesa ya fabricada pues tienen un mejor uso para su tiempo que hacer mesas, como un médico que prefiere atender pacientes que ponerse a cortar madera, cepillarla, ensamblarla, pintarla o barnizarla…

Pero los totalitarios, como aquí los comunistas, condenan esas ganancias pero no condenan el dinero verdaderamente maldito, el dinero proveniente del “enriquecimiento ilícito”, de secuestros o de corrupción. Inclusive hay “brigadas de protección a los corruptos” que justifican que un ladrón se refugie en Nicaragua.