Conversaciones en La Bermeja

Esta es una conversación escuchada por mi persona, con los oídos de mi imaginación, en una vueltecita que me di por La Bermeja para el Día de los Difuntos.

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El artista posó frente a los murales del centro escolar.

/ Foto Por Gerson Sánchez

Por Max Mojica*

2016-11-13 6:27:00

Un anciano de barba entrecana se asoleaba en guayabera a la par de lo que parecía un jardín profusamente sembrado con rosas rojas, siemprevivas y coronas de mirto. Se le veía absorto recibiendo los rayos de sol. En eso, otro hombre, vestido austeramente como militar, se le acercó por detrás y le gritó al oído:

-¡Schafik! – , dijo, mientras le hacía cosquillas.

El anciano dio un brinco, sacado bruscamente de sus cavilaciones. 

-Mirá, Max, dejá de joder, ¡ni este lugar santo respetás!  

Schafik Handal se dirigía de esa forma a otro anciano inquilino de La Bermeja que respondía al nombre de General Maximiliano Hernández Martínez.

-Mirá, a vos ni la muerte te endulzó el carácter, mejor relájate, mirá qué bonita tenés tu tumba, toda llena de plantitas –, le dijo el General Martínez a Schafik, mientras le daba un cariñoso codazo en las costillas.

-Pues no sé a qué “plantitas” te referís, -dijo Schafik, con un dejo de orgullo en la voz, -estas son flores, ¡y de las caras! No en balde mis compas llevan 7 años en el gobierno. Aquí no nos andamos con babosadas, ¡la revolución ya nos hizo justicia! En cambio, mirá la tuya, toda enzacatada ¿o aún no ha venido el cactus que te iba mandar el cacique de Izalco? –, le dijo al General, con una sonrisa maliciosa.

-Pues no hay necesidad que te pongas pesado. Si querés sacar el temita de la matanza del 32, pues yo te saco el de la catizumbada de muertos en los 80, a ver quién sale “pior”. Que me haya muerto antes que vos, no significa que no me haya enterado. Aun y contando todos mis fusilados no llego a tu récord, además lo mío era lo del fusil, vos anduviste ahí con bombas y secuestros y eso vale doble.

-Va, ya déjate de babosadas, esas son cositas de la revolución. Además, a nosotros los comunistas nos perdonan todo, y si no ¡mirá este cachimbo de rosas, pues! Aun con todos los muertos que me eché encima ¡hasta un monumento me han hecho! en cambio a ustedes, los fascistas de derecha, nunca dejamos que el pueblo olvide sus crímenes, para eso están mis compas del Andes 21 de Junio. Mirá, pues, tu tumba ni epitafio tiene para que no la vengan a joder los compas…

-Sos pícaro, veá, Schafik, pero me caés bien… -, acabó diciendo el Gral. Martínez mientras se arreglaba el quepis-. Bien dicen que no hay muerto malo, de todos modos, aunque me cayeras mal, no tengo con quien hablar por estos lados. La vez pasada le quise sacar plática a Claudia Lars y ni me volteó a ver. Mirá, mejor contame, ¿ya viste el relajo de Saca?  

-Si hom’, ‘ta jocote la cosa. En mis épocas eso era impensable. No existían esas pendejadas de una Fiscalía independiente ni esas mariconadas de “sociedad civil”–, dijo Schafik algo exaltado. -Nosotros decíamos “este macho es mi mula” y los compas se enfilaban. Eso sí–, dijo Schafik con algo de orgullo en la voz-, mis compas aprendieron bien la lección: Lo que les dice la dirigencia, eso hacen ¡y sin pensar! Eso de pensar es de burgueses.

-Si es cierto–, dijo el General mientras veía de reojo la tumba de a la par, que también le daba un poco de envidia porque también tenía flores y la de él no-, tenés razón. En eso ustedes. siempre han sido de admirar, no importa el sinsentido de la orden que les den, siempre la ejecutan ¡si hasta andan hablando de volver al colón! A mí me tocaba de otra. Ahí tenía que andar amenazando gente y si se me salían del huacal, ¡po’s los fusilaba!

-¡Ya me imagino que me hubieran llevado a un juzgado y me hubieran decretado detención provisional! –dijeron sin quererlo los dos espectros al mismo tiempo-… 

De repente ambos se sintieron incómodos, percatándose de que ya no eran sus tiempos.

– “Mirá, yo quedé de jugar una partida de póker con un Cabo de Caballería”-, dijo el General. “Ta’güeno, yo voy a ver a un compa que está la parcela 15-A”-, dijo Schafik. -“Nos vemos al rato”–, se despidieron ambos.

Esta fue una conversación escuchada por mi persona, con los oídos de mi imaginación, en una vueltecita que me di por La Bermeja para el Día de los Difuntos. Y es que pocos saben que detrás de la enorme tumba de Schafik Handal, líder de una sangrienta revolución regada con muertos que ya nadie le atribuye a su responsabilidad, se encuentra la tumba abandonada del General Maximiliano Hernández Martínez, quien pasó a la Historia por ahogar con sangre otra revolución, sangre que nunca se olvida. 

A quienes separó la vida, los acabó uniendo la muerte.

*Abogado, máster en leyes.
@MaxMojica