Una elección inesperada

Ojalá el nuevo presidente mantenga fuerte la política exterior   construida con el Triángulo Norte en la administración de Barack Obama.

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El artista posó frente a los murales del centro escolar.

/ Foto Por Gerson Sánchez

Por ??rika Saldaña*

2016-11-13 6:35:00

El miércoles nueve de noviembre nos despertamos con la noticia más inesperada del año dos mil dieciséis. El empresario Donald Trump se había convertido en cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América; algo que parecía improbable para encuestas, apuestas, analistas y la prensa, pasó. Los mercados bursátiles cayeron con el nerviosismo que generaban las noticias, el peso mexicano se depreció un 7  %, muchos extranjeros en ese país se decepcionaban ante la incertidumbre y las redes sociales anunciaban el apocalipsis.
 
He tenido la oportunidad de conocer distintas ciudades de los Estados Unidos y admirar la belleza de su paisaje, el grado de civilización que manejan en cuestiones tan sencillas con la limpieza en las calles, el respeto por las señales de tránsito, por las autoridades e instituciones, por la opinión y el tiempo del otro; conocí a mucha gente amable que me ha dejado una excelente imagen de sus ciudadanos. Para alguien como yo, procedente de un país donde en cada elección se busca anular la decisión del otro si no concuerda con la propia, resultó sorprendente ver que en el registro electoral se puedan mantener las papeletas de votación en un pasillo sin vigilancia.
 
Estados Unidos es reconocido mundialmente por el profundo respeto a las instituciones y a la democracia; el discurso de concesión de Hillary Clinton fue una muestra de ello, donde hizo un llamado a seguir trabajando por la ciudadanía y a aceptar a Donald Trump como el próximo presidente. No hubo teorías de la conspiración, llamados a la desobediencia o gritos de fraude; se espera una transición pacífica y no existe temor a que las instituciones públicas sean sacudidas con el cambio de gobierno.
 
Sin embargo, a mí, mujer, latina, con independencia en mis opiniones, que he tratado de impulsar la participación de jóvenes en temas importantes para la democracia, que he conocido el esfuerzo de muchas compatriotas por superarse en un país ajeno, me resulta difícil comprender y asimilar el discurso del ahora presidente electo de ese país. Ese discurso que irradia machismo, xenofobia, discriminación y racismo. Pero me resulta más preocupante aún que ese discurso sea apoyado por millones de personas en los Estados Unidos y alrededor del mundo, o que simplemente haya sido ignorado al momento de ejercer el voto. Este controversial discurso es el que llevó a los electores a no manifestar claramente su intención de voto y a convertirse en la “mayoría silenciosa” que se reflejó en las urnas. 

Me preocupa el nacionalismo exacerbado de Donald Trump, ese que pudo ser un factor para que las familias estadounidenses se dirigieran a las urnas, cuando en su país habitan 57 millones de latinoamericanos que probablemente han emigrado a los Estados Unidos sin más pretensión que buscar una mejor calidad de vida. Me preocupa la felicidad y el empoderamiento del radicalismo, representado en figuras internacionales como el presidente ruso Vladimir Putin, la líder política francesa Marine Le Pen y los dirigentes del Ku Kux Klan.

Espero que las líneas anteriores únicamente se queden en preocupaciones efímeras que se diluyan con el paso del tiempo, y que el nuevo presidente de los Estados Unidos mantenga el discurso racional y moderado expresado al momento de conocerse los resultados; su reconocimiento a los años de trabajo de Hillary Clinton para el gobierno del país contrastó totalmente con los señalamientos que realizó durante la controversial campaña electoral. Ojalá el nuevo presidente mantenga fuerte la política exterior construida con el Triángulo Norte en la administración de Barack Obama, así como el apoyo de las embajadas  de su país en el combate a la corrupción en esta zona. 

Por el momento solo queda esperar a que se llegue el veinte de enero de dos mil diecisiete y el presidente electo tome posesión de su cargo, para conocer a cabalidad el estilo de gobierno y la política de inmigración que se manejará durante los siguientes cuatro años. Durante este tiempo de incertidumbre, ojalá llegue mucha racionalidad y diplomacia al nuevo líder de uno de los países más poderosos del mundo y uno de los aliados más importante de El Salvador.
  

*Columnista 
de El Diario de Hoy.