La historia de los cajeros automáticos no es tan antigua, pero debes saber que fueron creados por un hombre que se vio casi obligado a hacerlo. Este fue Luther George Simjian, un turco que emigró a los Estados Unidos y quien en 1920 registró 20 patentes de prototipos de cajero automático.
Simjian vivía en Nueva York y allí convenció a la empresa Citicorp para probar su invento. Desafortunadamente el invento era demasiado moderno para la época.
Después de la guerra, el término cajero automático resurgió.
John Shepherd-Barron, era un escocés que trabajaba para De La Rue, una empresa que fabricaba material para contabilizar dinero y cuya sede estaba en Londres. John vivía en el campo, por lo que aprovechaba el sábado para ir al banco que atendía de nueve de la mañana a 12:30 del mediodía. Un día, en 1965, él llegó tarde por un minuto, se frustó y comenzó a pensar la manera de obtener dinero sin ser atendido por una persona.
La idea le surgió a partir de una máquina expendedora de chocolate, y pensó que se podía hacer algo parecido. El primer cajero se instaló en una sucursal del banco Barclays en Londres en 1967. Para retirar el dinero el cliente introducía un cheque con un material radiactivo, marcaba una contraseña de cuatro dígitos y el dispositivo le daba diez libras esterlinas.
Hoy en día ese código es universal pero no por cuestiones técnicas. Resulta que Shepherd-Barron podía recordar los seis números de su número de soldado, lo comentó con su mujer, y ella le dijo que solo era capaz de recordar cuatro.
Con el tiempo, los cajeros se extendieron por Europa, pero eran para el uso de los clientes más adinerados. Siempre daban una cantidad fija y no estaban conectados a una red, así que el cliente debía ser de confianza para que el banco le otorgara el préstamo.