Hace cerca de cinco años la mayoría de comercios latinoamericanos, y no digamos ya los consumidores, ignoraba el potencial del “Black Friday” o Viernes Negro, una jornada de grandes descuentos que da comienzo a la campaña de Navidad en Estados Unidos y que debe su nombre a que, con él, las cuentas del comercio pasan de números rojos a ganancias.
En un momento marcado por la fuerte caída del consumo y de las ventas por la crisis, algunos de los grandes grupos de distribución de España, como El Corte Inglés o Inditex (Zara), comenzaron a importar esta tradición para animar a los usuarios a comprar, coincidiendo, además, con la llegada de operadores estadounidenses, como Amazon.
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Ante el éxito cosechado por los grandes, pronto se sumó a esta corriente el pequeño comercio, las cadenas de hipermercados, concesionarios o firmas de servicios como aerolíneas, cadenas hoteleras o entidades financieras.
Como ocurre en otros casos, aquí la “fiesta” se alargará y el comercio prolongará los descuentos durante varios días, la gran mayoría hasta el denominado “Cyber Monday” o ciberlunes (28 de noviembre), en el que se venden por internet las sobras del “Black Friday”.
El Viernes Negro se ha convertido en una jornada clave para el comercio, entre otros motivos porque el consumidor de hoy se mueve en un entorno digital y global y, en consecuencia, es más sensible a fenómenos y tendencias de compra que ocurren en otros países.
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Empresas multicanales
“El ‘Black Friday’ no es sino una muestra más de cómo el comercio, independientemente de su tamaño, tiene que ser capaz de adaptarse a un entorno flexible e innovador, omnicanal, y en el que el consumidor utiliza indistintamente las posibilidades que le ofrece el ‘on’ y el ‘offline’”.
Las promociones de las grandes empresas funcionan muy bien en todas la categorías, pero en especial en las de electrónica, los electrodomésticos, textil, complementos y hogar, que son las que tienen un mayor desarrollo y penetración en las compras por internet.
El nombre comenzó a usarse en Filadelfia, desde la década de 1960, donde los oficiales de tráfico comenzaron a llamar a esa jornada Viernes Negro para describir cómo se abarrotaban las calles en un anticipo de las fechas más consumistas del año. Después, los comerciantes adoptaron ese apodo para reflejar cómo sus cuentas pasaban de rojo (pérdidas) a negro (ganancias) debido al milagro de las compras.