Desidia, desinterés, cautela, tiempo u oportunismo político, otros asuntos… Lo cierto es que el dilatar la elección de los magistrados de la Corte de Cuentas de la República se volvió contra los mismos diputados.
Los legisladores no midieron que tarde o temprano urgirían que los titulares de la contraloría pública avalaran un trámite nada más y nada menos como el de los $550 millones en bonos y no habría nadie para hacerlo. Es como los que al desenfundar la pistola, se meten un balazo en el pie.
Como dijo el magistrado Rodolfo González, se buscaron los consabidos “atajos” que ya no funcionan en los nuevos tiempos, como no funcionó lo de los $900 millones por la misma razón, porque “no hay que hacer cosas buenas que parezcan malas, ni cosas malas que parezcan buenas”.
El problema tiene una falla de origen: los diputados no respetan los plazos y, como “en río revuelto, ganancia de pescadores”, algunos pensarán que esto podría tener algunas ventajas. La Sala de lo Constitucional le ordenó a la Asamblea elegir titulares de la Corte de Cuentas antes del 30 de junio.
Pero, como señaló el magistrado, hay un claro incumplimiento y no se puede exigir a los ciudadanos que respeten la ley si los que están en el poder no lo hacen o quieren vivir a base de imposiciones arbitrarias, como en la montaña.
La solución es más fácil de lo que pensamos: busquen a las personas más limpias, más rectas, apolíticas, sin compromisos y conocedoras del Derecho para esos cargos y nómbrenlas cuanto antes.
¡Ah! Pero hay algo imprescindible: deben tener competencia y moralidad notorias, porque si no, la Sala de lo Constitucional se los va a volver a batear, como se dice en buen salvadoreño.
Creo que a quien menos podrán sorprender es a los magistrados, que no se chupan el dedo y bien detectaron la filiación política de varios nombrados anteriormente.
Una vez cumplidos estos requisitos, sólo necesitan 43 votos.
Sólo tienen que serenarse, cargarse de voluntad y patriotismo y votar con toda honestidad y pensando en el país.
Dejando a un lado a personas cuestionadas que han vuelto a lanzarse para el cargo, la Asamblea tiene una lista con muchos profesionales valiosos y honestos, pero lo importante es que sean valientes y rompan esquemas de complacencia y apoltronamiento.
Hay que hacerlo pronto, no porque esté de por medio lo de los bonos, sino porque es una obligación y la acefalía de la Corte de Cuentas sólo favorece la impunidad, ya que muchas auditorías y juicios de cuentas podrían estar caducando y esto perjudica al país.
La corrupción se ve beneficiada porque no hay una entidad plenamente activada para vigilar a las instituciones, los bienes y los fondos del Estado.
Esta coyuntura debe ser un punto de partida no sólo para elegir magistrados, sino también para lograr que la contraloría haga un trabajo efectivo, es decir, fiscalice a las instituciones en tiempo real y no hasta que ya han ocurrido los hechos.
Quizá esta sea la raíz de la corrupción: que los corruptos se sientan con libertad de robar porque piensan que nadie los vigila ni los pillará en el momento, creen que tienen todo el derecho de hacerlo porque otros lo hicieron antes y tienen amarrada a la institución.
Son numerosos los casos en que la contraloría ha terminado auditorías mucho tiempo después de sucedidos los hechos y me pregunto, ¿será que nos gusta llorar sobre la leche derramada?
Este es el momento de pasar la página de las conveniencias y las imposiciones y tomar las mejores decisiones. Pero recuerden: si siguen con el viejo esquema al elegir a titulares de la Corte, se los volverán a batear…
*Editor Subjefe de El Diario de Hoy