Extiendo mi mano por el país

Si les enseñamos a los jóvenes a tener una vida con convicciones, virtudes y profesar sus creencias, contaremos con muchos líderes en nuestro país.

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Club Rotario llevo agua potable a comunidades rurales.

/ Foto Por Cortesía

Por Ricardo Esmahan*

2016-11-21 6:58:00

Si estamos entre los que creemos que existe un mejor futuro respecto a lo que hoy tenemos y que se superarán las situaciones adversas que estamos experimentando como país; si no nos gusta esta sensación de angustia por los sucesos actuales, tenemos que hacer algo al respecto. Enfocarnos en lo que creemos y lo más importante, definir por qué lo creemos. Debemos hablar y comunicar nuestras convicciones políticas y cristianas.

Creemos en el respeto al Estado de Derecho y al cumplimiento de la ley. Y resulta que es esta creencia la que nos unifica. Es la fuerza que da igualdad de derecho a todos los ciudadanos, la única que puede lograr que tanto ricos como pobres estén en igualdad de condiciones y gocen los mismos derechos.

Y si no nos parece el manejo que la clase política le está dando al país y creemos en la posibilidad de un mejor futuro, tenemos que conversarlo, discutirlo y aplicar en la práctica lo que creemos, fundados en las razones de por qué lo creemos. Podemos ser la persona más inteligente, pero si no podemos comunicar los principios y razones de lo que se piensa, los cambios que se pretenden implementar no van a tener mayor éxito.

Así que necesitamos dar un mensaje. Ese mensaje debe de contar con un buen método de comunicación; en otras palabras, se necesita saber cómo persuadir. 

¿Cómo se persuade en la vida? Con hechos, autenticidad, fuentes fidedignas, sinceridad, con credibilidad, sobre cualquier tema que sea o sobre cualquier línea política. Propiciar el debate de ideologías, con respeto, cuyos distanciamientos se desvanecen al tener claro el destino que queremos.

Lo que sí definitivamente no funciona es el insulto cuando la pretensión es persuadir para lograr objetivos en común. Por ejemplo, yo no voté por el Presidente Sánchez Cerén, pero una gran cantidad de ciudadanos sí lo hicieron. Y cuando veo, especialmente en redes sociales los insultos, mofas y apodos que se le dicen al Presidente, seguro estoy que esta bajeza no ayuda en absoluto para lograr los objetivos que se pretenden en bien del país.

Lo que sucede cuando se insulta es que esa persona insultadora se vuelve más dogmática en sus incorrectas creencias, las que conforman su ideología. Y crea resentimientos reforzando dogmatismos en las personas insultadas. Si el objetivo es persuadir, el insulto no es la vía.

El Presidente de la Corte Suprema de Justicia lo expresó apropiadamente: “todos tenemos el derecho de disentir, pero de forma respetuosa…”. Las groserías contra la Sala de lo Constitucional no llegan a nada, inútiles sin par.

Otra cosa que no funciona es la hipocresía, dirigiendo y diciéndoles a las personas cómo deben de vivir sus vidas, pero las vidas de los que dicen y nos dirigen las viven de una forma completamente diferente a lo que predican. Lo que funciona son las verdaderas relaciones y las personas deben de saber sobre temas que nos preocupan, eso debe saberse y comunicarse con esperanza.

Si se tienen las mejores propuestas y un buen método para difundir el mensaje, lo que todos nos preguntamos es ¿quién puede ser el mensajero? Si nos sentamos a esperar que aparezcan de nuevo un Duarte, d’Aubuisson, Schafik o un Matías Delgado, nos vamos a quedar esperando miserablemente por mucho tiempo, porque eso no va a suceder. Los mensajeros somos todos, especialmente los jóvenes.

Si les enseñamos a los jóvenes a tener una vida con convicciones, virtudes y profesar sus creencias, si logran hacer eso, contaremos con muchos líderes en nuestro país, persuasivos para que sus generaciones encarrilen a esta nación en el destino que queremos construir.
 

*Columnista de El Diario de Hoy
resmahan@hotmail.com