La creciente cantidad de ataques en contra de policías y sus familiares empujó a que los funcionarios de seguridad, encabezados por Óscar Ortiz, vicepresidente de la República, convocaran a una conferencia de prensa y anunciaran su última receta, después de varias otras que han fallado, para intentar controlar la crisis que agobia al país: el plan Némesis. Lamentablemente, el gabinete de seguridad de nuevo dejó claro que los policías y sus familias están solos en esta complicada situación. Esto tiene importantes implicaciones que es necesario examinar.
Según algunos artículos sobre la conferencia, las autoridades no escondieron su disgusto ante los cuestionamientos de periodistas que señalaron, durante sus intervenciones que, según lo descrito sobre el plan Némesis, la iniciativa no incluye ningún componente novedoso, todo ya se está ejecutando de una u otra forma. La pregunta implícita es: ¿Qué nuevos resultados se pueden esperar de un refrito de cosas que han demostrado ser inefectivas? Según relatos sobre las declaraciones y actitudes de Ortiz y el séquito que lo acompañó durante la conferencia de prensa, además de mostrar su enojo ante las interrogantes incómodas de los asistentes, el discurso oficial se caracterizó por su tono triunfalista forzado y por mantenerse, aunque todo apunte a lo contrario, dentro del guion gubernamental en relación a la deserción policial y la operación de grupos de exterminio entre policías.
La falta de sustancia en las medidas anunciadas por las autoridades de seguridad, sugiere dos posibles escenarios. El primero es que ninguno de los encargados tenga la más mínima idea de cómo enfrentar la actual crisis, pero las condiciones los obligaron a salir ante los medios de comunicación para abordar el tema y, sin tener otra alternativa, improvisaron lo que pudieron. El segundo escenario es que los políticos están dejando que los policías hagan el trabajo sucio, sin asumir responsabilidad. Ambas posibilidades son preocupantes. La primera, porque está difícil que cambien a los actuales funcionarios y, por lo tanto, el país y los policías estarán en manos de los pandilleros por mucho tiempo más.
La segunda, porque se estaría creando otro monstruo que complicaría aún más la situación de seguridad en el país. Vale la pena prestarle atención al segundo escenario.
Hay personas, en círculos de seguridad e inteligencia, que sostienen que la aparente inoperancia y negligencia de los funcionarios del ramo de seguridad es intencional y que uno de sus objetivos es que se aumente la desesperación entre el personal policial para así propiciar la organización de grupos de limpieza que operen al margen de la cobija institucional. Otros argumentan que el nombramiento del subdirector general de la Policía, una persona que proviene de los antiguos cuerpos de seguridad y fue acusado, en su momento, por supuestos vínculos con la Sombra Negra, tiene el objetivo de proveer protección para altos funcionarios, teniendo a su disposición un chivo expiatorio en quien depositar cualquier responsabilidad por operaciones extrajudiciales.
Algunas personas podrían pensar que el que funcionarios propicien o participen en la organización de policías en grupos de limpieza para eliminar a pandilleros, es una buena idea. La situación en el país es tan caótica que la contundencia de esto suena atractiva para la mayoría. No obstante, este no es el caso. Apostar por la aniquilación de pandilleros no será una estrategia exitosa. Complicará el problema aún más. Todo apunta a que el gobierno está dispuesto a dejar solos a los policías que participen en este tipo de situaciones. Aunque ahora el discurso de los funcionarios excuse, esconda o desvirtúe este abordaje, y, por tanto, parezca que están acompañando a los policías, en realidad están dejándolos solos y vulnerables. El discurso cambiará en un abrir y cerrar de ojos, y el dedo acusador de los políticos no dudará en señalar a quien sea con tal de no verse perjudicados.
*Criminólogo.
@cponce_sv