Familia convierte su casa en un atractivo turístico santaneco

En el negocio familiar ofrecen  la venta de pescado y espacios para que los turistas lleguen a descansar

descripción de la imagen

Alondra Calderón en su casa, en el caserío Singüil, cantón San Cristóbal, de El Porvenir, en Santa Ana.

/ Foto Por Jonathan Henríquez

Por Jonathan Henríquez

2016-11-26 3:00:00

SANTA ANA. La humilde casa de la familia Linares, en el caserío Singüil, cantón San Cristóbal, de El Porvenir, en Santa Ana, es  un sitio  turístico, desde hace nueve años, debido a su estanque con tilapias.

Gilberto Linares, de 60 años,  comenzó la crianza de los peces sin tener algún conocimiento previo. Gilberto relató que, la primera vez,  él compró a un señor de Candelaria de la Frontera dos mil alevines y los “tiró” a una pila grande que tenía en su casa. 

A los pocos días, los peces murieron, ya que él  no sabia qué hacer para su cuido.

Te puede interesar: Comuna entregó plantas de cacao a agricultores

Pero esa experiencia,  no detuvo su sueño  y  dos meses después de la pérdida, Gilberto buscó ayuda en una organización no gubernamental de Sonsonate.  Ahí  lo capacitaron sobre la crianza de tilapias.

Poco tiempo después construyó una pila de 25 metros de largo por 10 de ancho; actualmente ahí tiene 10 mil tilapias.

Además,  construyó otro  estanque de 10 metros de largo por cinco de ancho, para criar cuatro mil alevines. 

Linares  nunca pensó tener un negocio de tilapias. “Mi idea era tener crianza para (el consumo de) mi familia; pero ellos me incentivaron al negocio y ahora todos nos dedicamos a esto, ya que de aquí sobrevivimos”, relató.

Sus tres hijos le ayudan ; pero es Alondra Calderón, de 22 años,  quien se ha metido de lleno al negocio familiar.

Ella comentó que desde pequeña le gustó ayudarle en el trabajo a su padre, por lo que ahora es ella quien tiene la responsabilidad de cuidar y alimentar a los peces cuando su progenitor no está en casa.

También puedes leer: Asociación busca potenciar turismo en el Lago de Ilopango

Reconoció que al principio le daba pena porque los turistas o compradores se le quedaban viendo cuando pescaba con una atarraya o anzuelo.

“Desde pequeña miraba a mi padre levantarse temprano a darles de comer a los peces, cambiarles el oxígeno o limpiar las peceras. Siempre me levantaba a ayudarle y pues ahora, yo me encargo de todo eso, igual cuando vienen clientes  yo me encargo de pescar las tilapias”, expresó.

El menor de los hijos del sexagenario, que tiene ocho años, también está incursionando en dicho rubro al ayudar con algunas actividades.

En la casa de la familia  también hay espacios para que los clientes pueden pasar un rato ameno, descansar en hamacas y cocinar ellos mismos las tilapias.